Cuando uno era chico, más niño que ahora, tenía propensión a proteger a los más desairados, especialmente a los que eran repudiados por anatomía, ya saben, los gorditos, los que no entran en la norma, o bien a los excluidos socioeconómicamente. Por ejemplo, me dolía ver a chicos de mi clase que jamás fueron elegidos para formar el equipillo de fútbol de patio y yo me negaba a jugar en solidaridad con ellos.
En toda clase de colegio ha existido el ‘matón’ escoltado fervientemente por otros cuatro o cinco energúmenos. Cuando la cogían con alguno lo machacaban -entonces no se decía bullying- y, claro está, uno intentaba auxiliar al acosado.
Esto empieza a sucederme con el Partido Popular. Lo veo tan desabrigado, acometido, despreciado, que uno tiende a ponerse del lado del débil. Ya me dirán, un suponer, si es de recibo que Yolanda Díaz menosprecie la entrevista ofrecida por Feijóo enviándole a su segunda. Claro que esto habla también de la escasa educación de la vicepresidente en funciones e inventora de Sumar.
Cuando Pedro Sánchez, que en un agravio comparativo no quiere ver ni en pintura al PP, habla de ‘bloque progresista’ no sé si de verdad se refiere al PSOE con la suma de la izquierda radical y la de los separatistas vascos y catalanes que poco tienen de progresistas, o en cambio suplica sus necesarios apoyos para que él se mantenga en el poder con el riesgo de que todos nos vayamos al pozo anticonstitucional, porque, curiosamente, todas las ‘iniciativas políticas’ tienen hueco en la Constitución.
Dicho esto, el Partido popular no se entera de, por poner, que Sánchez ya sabe lo que el martes va a pedir Puigdemont y, por lo tanto, tiene desde hace días la maquinaria estatal en marcha. Repito, el Partido Popular que, por cierto, no sabe COMUNICAR, no se entera de que marcha con semblante derrotado.
En el Partido Popular aún no han caído en que dando tumbos de coalición no se llega a ninguna parte. De que pedirle tiempo a Pedro Sánchez es como pedírselo al témpano que pusieron en la calle Larios de Málaga los del ‘Desafío Ártico. Operación Iceberg'.
El Partido Popular, sus dirigentes sabrán, juega al juego de la ‘Humillación’ y tira por que le toca. Si se mira bien el tablero, al PP le dan jaque por todas partes, es su manera de mover las figuras: a la defensiva, cuando han tenido en la mano la apertura española y el gambito de dama.
En fin, que, sin atender a sigla alguna, mucha gente ha venido a contarme que le da como cosa asistir al machaque de un partido político con expectativas de gobernar que se ha quedado en eso, en expectativas y con goleada. Y uno se acuerda de aquel chavalín que los grandullones no dejaban jugar a la pelota, además de achicar su portería.