El 41 Congreso del PSOE celebrado en Sevilla este fin de semana ha dejado algunas perlas que bien merecen un comentario. Empecemos por el presidente Pedro Sánchez y su sorprendente capacidad de cambio de opinión. Un caso paradigmático es el de Amparo Rubiales, ex presidenta del PSOE de Sevilla, que fue obligada a dimitir por llamar "judío nazi" a Elías Bendodo, dirigente del Partido Popular, quien tuvo la osadía de criticar la fecha de las elecciones generales que anunció Sánchez. La ofensa le costó el puesto, pero ahora, en este mismo congreso, se le concede la medalla de los premios Rosa Manzano por su trayectoria en favor de la igualdad de género. Increíble pero cierto, de dimitida a premiada en un abrir y cerrar de ojos.
La hipocresía no termina aquí. El PSOE ha aplaudido a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán, condenados por el monumental fraude de los ERE. Curiosamente, sus condenas fueron anuladas justo después de que Pedro Sánchez asegurara una mayoría de jueces afines en el Tribunal Constitucional. ¿Coincidencia? Difícil de creer, especialmente cuando el proceso y las condenas habían sido ratificadas por múltiples tribunales, incluido el Tribunal Supremo. Pero claro, una mayoría socialista en el Constitucional lo cambia todo, anulando las condenas y dejando en el aire la justicia que tanto pregonan. De tal modo que ahora sabemos que hubo un enorme fraude económico, una estafa monumental urdida desde la propia administración, pero... nadie fue responsable... todos van sido exonerados por el Constitucional.
En el capítulo de nombramientos, destaca el ascenso de la almeriense Anabel Mateos, una figura con una historia que merece mención. De secretaria general de las Juventudes Socialistas de Almería, a concejala en Roquetas de Mar a miembro de la Diputación Provincial, su relevancia creció al unirse sentimentalmente a Antonio Hernando, ex portavoz del PSOE. Hernando defendió la negativa de Sánchez a permitir un gobierno del Partido Popular, solo para luego cambiar su postura y abogar por la abstención. Mateos, por su parte, se incorporó a consultorías vinculadas a figuras como Gaspar Zarrías y Pepiño Blanco, ambos con historiales no precisamente impolutos, y mientras Hernando, había sido recuperado por Sánchez y recolocado en un despacho próximo en La Moncloa.
Y no olvidemos a María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno y otro pilar andaluz en el PSOE. Como consejera de Economía en la Junta de Andalucía, sus opiniones sobre la financiación autonómica han variado tanto como el viento mueve su indómita cebellera, y su gestión como consejera de Sanidad dejó mucho que desear. En pleno Parlamento andaluz, negó la existencia de contratos de una hora de trabajo al mes para médicos, pero las pruebas publicadas por Noticias de Almería demostraron lo contrario en el Hospital de Poniente.
Estos son los mimbres con los que Pedro Sánchez pretende seguir adelante en los próximos cuatro años, un tejido de contradicciones y maniobras que deja mucho que desear. Aquí en Almería, algunos se han quedado esperando un reconocimiento explícito por su apoyo, pero es que como ahora todos son sanchistas, ser sanchista tampoco es meritorio dentro del sanchismo.
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