Hoy, 19 de octubre, es el Día del Cáncer de Mama. Un día que se tiñe de rosa y que nos recuerda a todos la importancia de la prevención y el apoyo. Pero, más allá del color y las campañas, este día me lleva a reflexionar sobre algo mucho más profundo: el miedo a no estar.
Recuerdo cuando una amiga de mi madre, María, recibió esa llamada que nadie quiere contestar. El tono grave al otro lado del teléfono le dejó claro que su vida iba a cambiar para siempre. En Almería, donde el sol brilla casi todo el año y la vida parece fluir con la brisa del mar, esa noticia fue como un tsunami que arrasó con todo. La primera vez que la vi después del diagnóstico, llevaba una bufanda colorida que intentaba ocultar su calva. Pero en sus ojos había una chispa de determinación que me hizo pensar: "¡Esta mujer va a luchar!".
Y es que perder ese miedo a no estar es un acto de valentía pura. María, una valiente superviviente de cáncer de mama, lo sabe bien. Su historia es un faro en medio de la tormenta. Con cada sesión de quimioterapia, cada náusea y cada día en el sofá sintiéndose como un trapo viejo, ella decidió que no iba a dejarse vencer por ese "bichito ". En sus palabras resuena un mensaje poderoso: ¿Quién puede decirlo con más fuerza que alguien que ha vivido esa batalla?
A veces pienso en cómo el cáncer transforma no solo al paciente sino también a quienes les rodean. Nos enseña sobre la fragilidad de la vida y nos invita a valorar cada instante. La lucha contra esta enfermedad es dura; hay días en los que te sientes derrotada antes incluso de levantarte de la cama. Pero también hay momentos de luz, como cuando María habla sobre cómo logró encontrar su voz después del tratamiento: Esa frase resuena en mí como un mantra.
Así que hoy quiero gritar junto a María: ¡Basta ya! Basta ya del miedo paralizante; basta ya del estigma; basta ya de ignorar lo que muchas mujeres viven en silencio. Es hora de hablar abiertamente sobre el cáncer de mama, sobre las revisiones periódicas y sobre cómo podemos apoyarnos mutuamente.
Este 19 de octubre quiero rendir homenaje a todas esas mujeres valientes como María, quienes han decidido enfrentar sus miedos con coraje desbordante. Y tú, querida lectora o lector, si alguna vez has sentido ese nudo en el estómago ante una mala noticia o te has encontrado con esa sombra oscura llamada cáncer, recuerda: perder el miedo a no estar es también aprender a vivir plenamente.
Así que levantemos nuestras copas (de agua o vino) por todas ellas; por las guerreras que siguen luchando y por aquellas que nos dejaron pero cuyas historias siguen inspirándonos cada día.
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