¿Recuerdan ustedes aquellos maravillosos años en los que en España no había cárceles? ¿No? Pues se lo cuento.
Hubo un momento en que vivíamos en una utopía de paz y armonía, donde los robos, las violaciones, los asaltos, los tiroteos y el terrorismo eran tan desconocidos... como el concepto de inmigración, porque lo que todos conocíamos era la emigración.
En esos tiempos dorados, España era un verdadero paraíso en la Tierra. No había desempleo, todos tenían trabajo y vivían en una sociedad ideal. ¿Cómo olvidar esos días en los que cada español se levantaba por la mañana con la certeza de que su propiedad y su integridad estaban a salvo? No había ladrones que te quitaran el bolso ni bandas organizadas. No había drogas en las calles, ni prostitución, ni machetazos, ni extorsiones. La vida era una poesía constante de seguridad y bienestar, porque como reza -ah... aquella era de la religión de Estado, que por algo es la única y verdadera- la Constitución de 1812, los españoles son buenos y benéficos.
Ah, y las prisiones, esas eran casi inexistentes. ¡Imagínense, el periódico El Caso en realidad solo contaba historias falsas para entretener a la buena gente española! Casi no había delincuentes en nuestro país, y los pocos que acababan en ellas, por supuesto, "rojos", que como todo el mundo sabe, no son verdaderos españoles. Así que, técnicamente, las cárceles estaban llenas de personas que, por definición, no eran parte de nuestra gloriosa nación. Algún gitano también acababa allí, pero es que ellos son así, porque muy españoles tampoco parecen, no hay nada más que mirarles para ver que no son como nosotros.
Es una pena que estos días sean solo un recuerdo borroso en la memoria colectiva, aunque afortunadamente algunos patriotas se encargan de recordarlo en un auténtico ejercicio de memoria histórica (de la buena). Ahora, con la llegada de inmigrantes, nuestra tranquilidad se ha visto alterada, y ahora hay violencia contra la mujer cuando antes había crímenes pasionales, e incluso hay quienes desde su cultura niegan derechos a la mujer... no como esa añorada España en la que todos tenían iguales derechos, como el de no poder votar, por ejemplo.
¿Cómo hemos llegado a este punto? Claramente, la relación es directa: a más inmigrantes, más delincuencia... basta mirar a quines mataron a Marta del Castillo, o a Ruth y José, o a Mariluz, o la manada de San Fermín... Así que, por favor, no hagan caso a esos datos y estudios que muestran la desigualdad social como el problema que subyace. Esos números y estadísticas no entienden la verdad como nosotros.
Aquellos eran los días de pleno empleo, porque, evidentemente, no teníamos a esos extranjeros quitándonos los trabajos. Los españoles hacían hasta los trabajos más penosos y no les importaba ser explotados, que para eso eran españoles de España, muy españoles y mucho españoles. ¿Y quién se atrevería a recordar que la economía no siempre ha sido un jardín de rosas y que los ciclos económicos afectan el empleo? Eso sería tan ridículo como decir que las causas de la delincuencia son complejas y multifactoriales, cuando está claro que las causas son la raza, la religión y la nacionalidad. Dime como te llamas, y te diré si eres honrado o delincuente... lo demás son globalismos de las élites abducidas por la religión climática de la Agenda 2030.
Además los inmigrantes estafan al sistema de bienestar social con las paguicas, y para ello solo basta mirar el listado anual de los cien morosos que más deben a Hacienda ¡son todos extranjeros! ¡está llena de mohameses! No como cuando salía en ella la familia de Pujol (bueno, este tampoco es muy español, pero que se fastidie) y algunos otros abuelos de políticos actuales. ¡Vas a comparar aprovecharte de 300 euros con llevarte a Suiza o Andorra 300.000!
Así que la próxima vez que alguien hable de la relación entre inmigración y delincuencia, recuérdenles estos días perfectos del pasado, cuando eran los españoles quienes emigraban, pero oye, que lo hacían por echar una mano a los franceses y a los alemanes, no porque les apeteciera irse de su país. Porque, sin duda, la solución a todos nuestros problemas actuales es simplemente regresar a esos tiempos idílicos.
Supongo que si ha llegado hasta aquí leyendo, ha entendido que he utilizado un recurso retórico porque es inteligente... ¿o se lo había creído?