La ciudad de Almería se ha sumado este jueves al duelo por el fallecimiento del Papa Francisco, con gestos de condolencia y actos religiosos en honor al pontífice. En el Obispado de la ciudad, la bandera del Vaticano ondea a media asta como símbolo de luto, mientras que en su sede se ha habilitado un libro de condolencias para que los fieles expresen su pesar.
Tras el funeral de Estado que se celebrará en Roma este sábado, la Catedral de Almería acogerá una misa en memoria del Papa el próximo 26 de diciembre, oficiada por el obispo de la diócesis, Antonio Gómez Cantero. La ceremonia marcará el cierre oficial del periodo de duelo en la provincia, aunque el impacto de Francisco sigue resonando en la comunidad católica local.
Un almeriense elegible
Mientras el Vaticano inicia los preparativos para el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, un nombre ha captado la atención en Almería: el del cardenal Cristóbal López, nacido en Benahadux en 1952. Aunque en declaraciones recientes bromeó que "hay que estar loco para querer ser Papa", su trayectoria lo sitúa entre los 15 papables más mencionados.
López, salesiano de formación, ha desarrollado gran parte de su labor pastoral en Paraguay, país donde obtuvo la nacionalidad. Actualmente ejerce como cardenal en Rabat (Marruecos), destacándose por su defensa del diálogo interreligioso y su firme condena a conflictos como la guerra en Ucrania. Su perfil comprometido con la justicia social —sello del pontificado de Francisco— lo consolida como un posible continuador de ese legado.
Un legado que trasciende fronteras
El cardenal almeriense, uno de los 130 electores que participarán en el cónclave, ha subrayado la importancia de "construir puentes en un mundo dividido". Su postura crítica ante las desigualdades y su experiencia en contextos multiculturales refuerzan su candidatura en un momento clave para la Iglesia.
Mientras Almería despide a Francisco con oraciones, la posible elección de un hijo de la provincia añade un capítulo inédito a esta historia. La misa del día 26 no solo será un adiós, sino también un punto de partida hacia un futuro donde, quizá, un rostro local guíe los destinos del catolicismo global.