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Así no se puede cambiar la Constitución
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(Foto: malasombra)

Así no se puede cambiar la Constitución

Por Rafael M. Martos
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miércoles 06 de diciembre de 2023, 07:59h

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El 6 de diciembre se celebra el Día de la Constitución, una fecha que cada vez está más desangelada y que parece haber perdido el sentido y el valor que tuvo en su momento. Desde la entrada en el panorama político de Podemos, que dio una patada a lo que ellos comenzaron a llamar “Régimen del 78” y luego copiaron otros, parece haberse abierto la veda contra la Carta Magna. Eso sí, Pablo Iglesias comenzó usando ese término, y acabó presentándose a unas elecciones mostrando la Constitución como su programa electoral, en un acto más de su habitual coherencia. De patearla a idolatrarla. Y qué decir de Vox, al otro extremo, que un día la venera y al otro le sobra la mitad.

Una cosa es asumir que la Constitución necesita una modernización, porque en un lustro ya tendrá medio siglo, y cosas como el papel atribuido a la Iglesia debería eliminarse, o reconfigurar el papel del Ejército, o adecuar a la realidad actual sus artículos sobre desarrollo territorial y las competencias de cada administración, la terminología usada en algunos casos, … y si me apuran, hasta podría plantearse la eliminación de la monarquía para dar paso a una república, que no es otra cosa que hacer electiva la Jefatura del Estado, y que ese cargo lo pueda tener cualquier ciudadano y no sea por herencia sanguínea y divina.

Otra cosa bien distinta es no valorar lo que supuso la Constitución cuando se redactó y cuando fue ratificada por la ciudadanía, con el pacto entre los vencedores de la guerra civil y represores durante cuatro décadas, y los perdedores y perseguidos y exiliados durante ese mismo tiempo. La Constitución fue fruto de aquello, pero ahora es otro momento, un momento encanallado y de enfrentamiento.

La cuestión es que cuando se hizo la Constitución, todos buscaban puntos de consenso, buscaban lo que les unía y se mostraban dispuestos a dejar en suspenso aquello que les separaba, aunque no renunciasen a ello en su ideario o en su programa. No se trata de hacer un recuento de todo aquello, pero es obvio que unos y otros, y no me refiero solo a derecha e izquierda, porque la sociedad no está nunca dividida solo de esa manera, todos se dejaron pelos en la gatera ante un objetivo común, que era la democracia, y para ello, la aprobación de una Constitución.

Lo peor que pueden hacer aquellos que plantean reformas constitucionales es, por eso, impulsarlas desde el enfrentamiento bronco, pero también hacerlo usando subterfugios legales para controlar los poderes del Estado y acabar imponiendo a todo un país los principios o deseos de (en el mejor de los casos) la otra mitad del país.

La Constitución no es un texto sagrado ni intocable, pero tampoco es un juguete que se pueda romper o cambiar a capricho. Es el marco legal que garantiza los derechos y deberes de todos los ciudadanos, y que establece las reglas del juego democrático. Por eso, cualquier reforma que se quiera hacer debe contar con el mayor consenso posible, y sobre todo, con el respaldo de la soberanía popular. Así se hizo la Constitución, y así se debe cambiar. De otra forma, no se puede.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"