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Así urdió Ana Julia su plan de despiste
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Así urdió Ana Julia su plan de despiste

martes 10 de septiembre de 2019, 23:59h

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Los testigos dejan en evidencia los detalles preparados por la autora de la muerte de Gabriel para despistar en la investigación





Ana Julia Quezada, la autora confesa de la muerte del pequeño Gabriel hace año y medio, es fría, calculadora y mentirosa, según se desprende del perfil que han ido trazando los testigos que declararon el martes antes de que lo hiciera la familia directa del niño a puerta cerrada.

De lo que éstos han contado se concluye que Ana Julia fue urdiendo un plan destinado a despistar a los investigadores en el transcurso de la búsqueda del menor, intentando también manipular a las personas de su entorno.

Una de estas personas es su propia hija J., de 25 años y residente en Burgos, que ha declarado por videoconferencia tras adelantar que no quería ver en pantalla a su madre, de quien ha reconocido estar muy distanciada, hasta el punto de que cuando ésta se fue a Almería a vivir, ella no lo supo.

La hija de la asesina Ana Julia, ha reconocido que cuando se enteró de que había sido ésta la autora de la muerte de Gabriel se sintió "utilizada" porque la había animado a participar en las tareas de búsqueda, por lo que se desplazó desde Burgos. Señaló que antes "nunca" llegó a pensar que "le estuviera manipulando para dar una imagen armónica familiar ante la Guardia Civil", pero añadió que "Ella me lo pidió y yo fui de corazón a ayudar. Me da igual lo que ella quisiera hacer, yo vine de corazón".

De hecho, no ha querido darle importancia al hecho de que a pesar de prácticamente no tener ningún contacto personal ni telefónico, el día que desaparece Gabriel, sobre las doce de la noche, su madre la llama para comunicárselo. Eso abundaría en la intención de Ana Julia de dar una imagen de familia unida y normal ante la futura investigación policial.

Es más, ha hecho referencia a una llamada de teléfono de su madre a un psicólogo que también ha declarado y que atendió durante un tiempo a Patricia, y que se involucró en las tareas de búsqueda. Su madre le pasó el aparato a ella para que le hablara mal de S., su anterior pareja, residente en Las Negras también y hacia quien quiso apuntar las sospechas.

A J. le sorprendió que una vez en Almería, su madre le hablara más de sus ganas de ir a un gimnasio y de ponerse atractiva, que de la propia desgracia que tenían encima. Del mismo modo le extrañó que en la visita que hicieron a la finca de Las Hortichuelas donde a la postre estaba enterrado el cadáver de Gabriel, solo estuvieran 20 minutos.

Y es que Ana Julia parecía tener un plan concreto para hacer que las sospechas se dirigieran hacia S., con quien se casó en Burgos y se vino a vivir a Cabo de Gata, montando un bar. Luego se separarían, pero él se quedó en la zona mientras ella acabaría yéndose a vivir a Vícar con Ángel, si bien casualmente la familia de él era de la zona y por eso acudían por allí como aquel fatídico día.

No solo hizo a J. hablar mal de S., también habló con otra amiga de la familia, E., a quien comentó que “odia a los niños”.

Esas palabras llegaban después de ella misma, Ángel y esta amiga se acercaran hasta la casa de S. mientras buscaban a Gabriel, pero no fue de un modo casual, ya que fue la acusada la que se empeñó por ir esa dirección concreta. Eli reconoce que llegaron hasta una vivienda, salió un joven del interior y notó tensión en la conversación que se produjo, y no fue hasta después cuando le informó de que era su exmarido.

Cuando E. le preguntó a Ana Julia si lo creía capaz de hacerle algo a Gabriel –como hijo de su actual pareja- ella le respondió que no, pero que “odia a los niños”. Pero S., que la describe como mentirosa, fría y con doble cara, notó algo tan raro en aquella visita que no dudó en acudir a comentarlo con su vecina.

Del mismo modo, S., en su declaración ante el tribunal, recordó que ya que se iban, Ana Julia le susurró algo al oído a Ángel, y éste se volvió para preguntarle si tenía una furgoneta blanca, a lo que respondió que sí, y otra negra.

Y es que en aquellos momentos corría un bulo por redes sociales sobre que el niño había sido visto subiendo a la fuerza a un vehículo de estas características.

Además, otro elemento clave es que la camiseta de Gabriel que ella reconoce haber dejado sobre un cañaveral, la coloca a un kilómetro aproximadamente de donde vive Sergio, en dirección opuesta a donde estaba buscando.

Por otra parte, Ana Julia perdió su móvil en dos ocasiones, y según la fiscal apuntó en su interrogatorio, podría haber sido de modo voluntario para evitar ser rastreada. Lo cierto es que es esa misma amiga de Ángel quien lo encuentra, pero “encima de un palmito” de más de un metro de altura, es decir, en un lugar al que no puede llegar por caerse de un bolsillo o de la mano. Tras entregárselo a la acusada, ésta ni miró las llamadas recibidas, ni prestó atención a que estaba mojado por la lluvia caída, según esta amiga a quien extrañó ese comportamiento.

Si hasta ahí parece haber preparado un plan para señalar a su exmarido como implicado en la desaparición, lo que también ha permitido conocer otra declaración es cómo era Gabriel. En esta ocasión ha venido de la mano del psicólogo que atendía a Patricia después de que ésta sufriera una situación de acoso, y que al final del periodo de terapia –poco antes de la desaparición- le comenzó a contar su preocupación por el estado anímico del pequeño.

El psiquiatra clínico indicó que el niño mostró "angustia y temor" cuando se inició a finales de 2017 la convivencia de esta con su padre a quien "no se atrevía a decírselo porque era "un niño noble, que se guardaba los problemas y jamás en la vida quería hacerle daño a nadie".

"Sentía que el padre no le prestaba atención desde que Ana Julia apareció en su vida, tenía una sensación de abandono y sufría experiencias de angustia, miedo y temor a dormir solo en Vícar" y a pesar de que "No lo había verbalizado con Ángel pero sí con la psicóloga” que comenzó a tratar al crío “le pidió que se tomara más en serio el asunto y aumentase la cantidad y calidad de interacciones con el niño a solas". Eso fue cinco días antes de la desaparición.

El psiquiatra se había metido de lleno en la atención psicológica a la familia en los días de la búsqueda, según ha relatado, y así tuvo contacto con todos, por lo que también ha narrado dos episodios médicos de Gabriel Cruz con "un cuadro abdominal severo que la pediatra no supo achacar a nada en concreto" y que se produjeron "en martes, cuando Ana Julia se quedaba a solas con él porque el padre estaba trabajando" y tras la ampliación del régimen de visitas.

La importancia de este detalle en el que la fecha es importante, avalaría la idea de la acusación particular, de que "mediante batidos extraños de galletas Oreo y hierbas" intentó envenenar al menor. La explicación de Ana Julia es que sus consultas sobre hierbas venenosas era por cuestiones sus valores para el tratamiento estético, y lo de los batidos porque al niño le gustaban y la madre no se los daba por su alto contenido en azúcar.

Pero al médico también le llamó la atención otro detalle muy importante, y fue el cambio de actitud de Ana Julia, quien "El día de la concentración en Almería, el 9 de marzo, estábamos al lado del escenario y me dijo: ‘lo han matado, son demasiados días’, lo que me dejó patidifuso porque siempre decía que iba a aparecer el niño y hasta entonces y hasta el final, incluso la Guardia Civil, trabajaba con la hipótesis de que estuviera vivo".
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