Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, parece haber encontrado una fórmula infalible para desviar la atención de los asuntos más espinosos de su gestión. Y esta fórmula incluye, curiosamente, la colaboración involuntaria de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. En esta dinámica, cada vez que Sánchez enfrenta problemas políticos o sociales significativos, recurre a una táctica que ya ha demostrado ser eficaz: provocar una reacción de Díaz Ayuso para acaparar la atención mediática y pública... a lo que ella se presta con especial disfrute.
La reciente negativa de Isabel Díaz Ayuso a reunirse con Pedro Sánchez no es un incidente aislado, sino un capítulo más en un guion bien conocido. En los días previos a la convocatoria de la reunión de presidentes autonómicos, Sánchez arremetió sin piedad contra Díaz Ayuso, acusándola de todo lo que podía y tres tazas más. Esta embestida, premeditada, buscaba una reacción previsible: la negativa de Ayuso a acudir a la cita en La Moncloa como sí estaban haciendo el resto de presidentes autonómicos, una reacción que no tardó en llegar y que fue ejecutada con la vehemencia que caracteriza a la presidenta madrileña.
La maniobra de Sánchez no solo buscaba la confrontación directa con Ayuso, sino especialmente sembrar discordia dentro del Partido Popular (PP). Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, había instado a los presidentes autonómicos de su partido a asistir a la reunión convocada por Sánchez, subrayando la importancia mantener las formas en el ámbito institucional. La negativa de Ayuso desafía esta directriz y eclipsa la autoridad de Feijóo, con lo que el presidente Sánchez logra el primero de sus objetivos.
Mientras el espectáculo político entre Sánchez y Ayuso ocupa los titulares, otros problemas cruciales pasan a un segundo plano, y ese es el otro éxito. La crisis migratoria, un asunto de gran envergadura que recae sobre los hombros de Sánchez, queda relegada en la discusión pública. Asimismo, los escándalos de corrupción que acechan al Gobierno, las dificultades en el acceso a la vivienda y los polémicos efectos de las leyes que podrían adelantar la salida de prisión de miembros de ETA, son temas que se difuminan en la sombra del conflicto mediático creado entre la Moncloa y la Puerta del Sol.
El movimiento estratégico de Pedro Sánchez ha sido claro: desviar la atención de los temas más críticos utilizando a Ayuso como cortina de humo. Esta táctica no solo ha logrado su objetivo inmediato de crear un espectáculo mediático, sino que también ha debilitado la cohesión interna del principal partido de la oposición, el PP. Al final, mientras el país se centra en estas disputas, los problemas reales y urgentes siguen sin resolverse.
¿Por qué Ayuso siempre cae en la trampa? ¿Por qué necesita el titular diario? ¿Por qué le importa más presidir el PP que el propio PP?