No hace falta ser un visionario para notar que algo está cambiando en la Radio Televisión Española (RTVE)... o Televisión Espantosa según se le escapó en una comparecencia parlamentaria a su exdirectora. El fichaje de David Broncano para su programa 'La Revuelta' no parece ser una simple anécdota, sino más bien el inicio de una estrategia clara de recapturar la audiencia que había perdido la cadena pública en los últimos años. Pero, ¿realmente debería RTVE entrar en esta guerra de audiencias con las cadenas privadas?
El objetivo tradicional de un servicio público de televisión, como es RTVE, debería ser la promoción de la cultura, la educación y la información de calidad, todo ello financiado con dinero público. Sin embargo, el reciente movimiento de programación, con fichajes de alto perfil y programas diseñados para competir directamente en horarios estelares, plantea serias dudas sobre si esos principios se están manteniendo o si, por el contrario, se está transformando en una entidad más comercial.
La intranquilidad que esto genera entre las corporaciones televisivas privadas es palpable. Las televisiones privadas han operado durante años bajo la premisa de que RTVE se centraría en su misión de servicio público, dejando a un lado la feroz competencia por la audiencia en prime time. La entrada de Broncano ha demostrado que esto ya no es así, y uno puede imaginar el sudor frío en más de un ejecutivo de la competencia cuando los grandes fichajes de la televisión pública no son escritores para programas literarios, ni cineastas para programas de cine, ni médicos para programas de salud, ni más periodistas... no, los grandes fichajes son Belén Esteban y María Patiño... ese era el modelo de servicio público defendido por el PSOE.
Y hablando de modelos, no se pierdan qué opina el PSOE sobre la RTVA en nuestro Parlamento, y qué diría si esos fichajes los hubiese hecho la televisión pública andaluza.
Pero aquí surge una cuestión crucial: la publicidad. RTVE, financiada mayoritariamente por el contribuyente, ha tenido tradicionalmente restricciones en cuanto a la emisión de publicidad. Sin embargo, el aumento de la audiencia podría presionar a la entidad a buscar nuevas fuentes de ingresos, como incrementar la publicidad, lo cual podría resultar en una paradoja. ¿Cómo puede una televisión pública, que debería ser un baluarte contra la comercialización excesiva de los medios, aumentar su dependencia de los anuncios para competir en un mercado saturado?
La estrategia de RTVE podría ser vista como un movimiento de adaptación al entorno televisivo actual, donde la audiencia es el rey y los programas de entretenimiento son la moneda de cambio. Sin embargo, esto plantea preguntas sobre la esencia misma del servicio público. Si RTVE empieza a jugar el mismo juego que las cadenas privadas, ¿dónde quedará su diferenciación? ¿Dónde estará su compromiso con la información y la cultura que no depende de la popularidad inmediata?
El riesgo es claro: perder la esencia de lo que significa ser un servicio público. La televisión pública debería ser un espacio donde la calidad y la diversidad de contenidos prevalezcan sobre la cantidad de espectadores, donde se ofrezcan programas que no necesariamente encajen en los intereses comerciales pero que sean vitales para la formación y el entendimiento del público.
Mientras RTVE parece estar en una senda de recuperación de audiencia, cabe preguntarse si este camino no está desviando al ente público de su verdadero propósito. La competencia directa con el sector privado podría ser un arma de doble filo, especialmente si esto implica una mayor comercialización y un alejamiento de su misión originaria. La publicidad, además, es un tema que no se puede ignorar, pues podría cambiar el paisaje televisivo español de maneras que no todos están preparados para aceptar.