Los agricultores en general, y los de Níjar en particular, son un gran ejemplo por su esfuerzo constante, por su capacidad de innovar y adaptarse a los nuevos tiempos, y sobre todo, por haber hecho bandera de la sostenibilidad. No en vano, Níjar es el municipio de la Unión Europea con mayor porcentaje de superficie de cultivos ecológicos certificados: de las 6.000 hectáreas de invernaderos que se contabilizan en nuestro término municipal, la mitad corresponden a cultivos ecológicos. Y eso pasa, entre otras cuestiones, por un uso modélico del agua para riego. Nuestras agricultores saben aprovechar cada gota de agua como si fuera petróleo, conocen mejor que nadie la importancia de su uso eficiente y responsable, y ese conocimiento es el “culpable”, en buena medida, de que las hortalizas cultivadas en el Campo de Níjar sean reconocidas en decenas de países por cumplir con las tres ‘eses’: Sabor, Salud y Sostenibilidad.
Pertenecemos a una provincia modélica en ese sentido: pese a ser una tierra donde apenas llueve, donde se encuentran los embalses más vacíos de España, y donde el agua es un bien más escaso que en otras provincias, Almería es la principal provincia exportadora de frutas y hortalizas a Europa, y una de las provincias españolas con menos consumo per cápita, muy por debajo de otras grandes zonas agrícolas como Valencia o Murcia. Y es que aquí consumimos la mitad de agua que la media del resto de agricultura española, con una huella hídrica hasta 20 veces menor que la media nacional. Ahí es nada. Y por si queda alguna duda del compromiso de nuestro campo con un uso responsable del agua, nuestros agricultores pueden cultivar un kilo de tomate con apenas 27 litros de agua. Así se entiende que alimentemos cada año a 500 millones de europeos exportando unas cuatro millones de toneladas de alimentos de primerísima calidad.
Por supuesto, para que eso siga siendo así, es fundamental que nuestras empresas agrícolas puedan desempeñar su trabajo no ya sin palos en las ruedas, sino también con el total respaldo de las administraciones públicas. Los políticos no podemos ser un obstáculo para nuestro campo, sino todo lo contrario: estamos aquí para facilitarles las cosas en todo lo que esté a nuestro alcance. Y lo más básico que tenemos a mano es garantizarles agua para sus cultivos a un precio justo. ¿Cómo? Invirtiendo, que es gerundio: invertir en desalación, en regeneración de aguas, en incrementar la capacidad de balsas y depósitos, en modernización de regadíos, en mejorar las canalizaciones, en construir nuevas infraestructuras hídricas y, no menos importante; mejorar notablemente el mantenimiento de las que ya existen. Porque si el verano pasado hemos pasado días de angustia por la falta de agua en el Campo de Níjar, buena parte de culpa se ha debido a las repetidas averías de la desaladora de Carboneras que han provocado que no llegase hasta las balsas nijareñas el agua que estaba prevista que llegara.
En definitiva, tenemos la obligación de seguir apostando fuerte por nuestra agricultura, motor de nuestra economía y actividad que nos proporciona alimentos saludables y de calidad. Y no hay agricultura posible sin agua, porque sin agua no hay vida, hasta el punto de que hoy sabemos que hay mucha agua sin vida en el Universo, pero en ninguna parte hay vida sin agua.