En el último pleno del Ayuntamiento de Almería, el grupo Ciudadanos y el grupo Vox, presentaron sendas mociones para la creación de una ordenanza cívica, diferentes entre ellas solo en matices, y más allá de la necesidad o no de esta nueva reglamentación, lo destacable es la coincidencia.
Una coincidencia que no es novedosa, ya que en ese mismo pleno, Vox presentaba una moción que genéricamente hablaba de la defensa de la propiedad privada, pero que estaba focalizada contra la usurpación de la vivienda, que también con matices, era similar a la que Ciudadanos había llevado a pleno justo un mes antes.
Para más coincidencias, PSOE y Podemos, en ambos casos, decidieron votar en contra, sin aclarar si es que están en contra de defensa de la propiedad privada, o si están a favor de la okupación ilegal de domicilios, o si quizá consideran que quienes tienen sus ahorros en un fondo de pensiones deben ser expropiados del derecho a invertir en el sector inmobiliario.
Pero estas coincidencias no se quedan aquí, y podrían ser el reflejo de una estrategia que responde a lo que estamos viendo en la campaña electoral catalana, donde Ciudadanos pasa de ser el partido más votado, a encaminarse hacia la debacle, mientras Vox apunta a abrirse paso con fuerza en el Parlament, gracias muy especialmente al protagonismo que le han dado quienes injustificablemente les agreden allá por donde pasan.
Se trata probablemente de unos movimientos que en Vox van a robarle espacio al PP por la derecha –lo que no es nuevo- mientras Ciudadanos quiere instalarse en el espacio entre la ultraderecha y el centroderecha, un espacio muy pequeño, casi inexistente, pero que es el único que parece quedarles después de haber intentado colocarse en la centralidad del tablero político sin éxito.
El problema del Ciudadanos ha sido precisamente ese, el buscar la centralidad en unos momentos en que los extremos se retroalimentan: a más Podemos e independentisimo, más Vox, a más Vox, más Podemos e independentismo.
Es razonable pensar que ni un extremo ni el otro tendrán fuerza por si solos para gobernar –aunque nada es descartable- pero el simple hecho de que quienes buscan estar centrados, representando a la inmensa mayoría, les necesiten, ya es una tragedia para la democracia.