La Sala Juan Ibáñez de la Plaza de Toros de Roquetas de Mar abrirá sus puertas mañana, día 24 de abril, a una exposición inédita que traza el recorrido vital de César López, quien fue torero antes que pintor, pero siempre artista. La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 31 de agosto de 2025, supone la primera presentación pública de la obra pictórica del almeriense, marcada por la memoria, la emoción y la huella de la tauromaquia.
César López (Almería, 1978) inició su camino en los ruedos con apenas 16 años, tras su ingreso en la Escuela Taurina de Almería. En su etapa de novillero sin picadores toreó en más de 60 festejos, actuando en plazas de renombre de España y Francia como Béziers, Bayona o Dax. Su debut con picadores tuvo lugar en México en 1999, y su alternativa llegó en 2002, en la plaza de Vera, acompañado por figuras como Manuel Caballero y Morante de la Puebla.
«La lucha y la disciplina que exige el toreo me formaron como persona», afirma López, que también recorrió plazas en Perú, Colombia y México. Su carrera profesional se prolongó después como maestro de la Escuela Taurina de Almería, donde durante once años transmitió su experiencia a jóvenes aspirantes. «En la enseñanza entendí todavía más la grandeza de esta profesión. Pero también su dureza, su peso emocional».
Tras la pandemia y con la necesidad de dedicar más tiempo a su familia, el almeriense decidió dar un paso al lado. Pero el arte seguía latiendo en él. «Necesitaba seguir expresándome. Y los pinceles me ofrecieron una forma distinta de hacerlo». Lo que comenzó como un pasatiempo, acabó por revelarse como una nueva vocación.
Sus obras, profundamente ligadas al universo taurino, están cargadas de evocación, respeto y mirada interior. No hay en ellas alardes, sino un pulso contenido que recuerda al del torero ante la embestida. «Pinto desde la memoria, desde lo vivido. No para glorificar, sino para entender».
La exposición en Roquetas de Mar no es solo un recorrido por una nueva etapa artística, sino también un homenaje a una vida marcada por el riesgo y la belleza del toreo. Una cita imprescindible para los amantes del arte y de la tauromaquia en un enclave simbólico, la sala Juan Ibáñez, dentro de la propia plaza de toros. «Volver a esta plaza con mis cuadros tiene un significado profundo. Es cerrar un círculo y abrir otro»