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Compromiso, educación y ejemplo

Por Moises Palmero Aranda
lunes 02 de diciembre de 2019, 12:03h

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Se presentan dos intensas semanas llenas de informaciones referentes al medio ambiente, a la sostenibilidad, a la lucha contra el cambio climático. Como siempre, habrá muchas y variadas, para todos los gustos. Nos mostrarán los diferentes estudios científicos con datos claros, concisos y alarmantes, nos darán consejos para que pongamos nuestro granito de arena, nos presentarán a las jóvenes como los nuevos revolucionarios del cambio, a los políticos como dialogantes y comprometidos con la causa.

Por desgracia también veremos las noticias que contradicen esos estudios, que generan dudas, que niegan esos datos científicos y presentan otros que sustentan bajo otras teorías y resultados, nos demostrarán que nuestros esfuerzos individuales de nada servirán porque son un grano de arena en el desierto, señalarán a los jóvenes que se manifiestan como un puñado de hipócritas que exigen proteger al planeta con sus móviles de alta gama guardados en el bolsillo del pantalón de marca, excusarán a los políticos ante un insensible populacho, egoísta y mal criado.

Habrá de todo, y a cada uno nosotros nos tocará discernir con que parte de la historia nos quedamos, a quién creemos, y de qué manera nos comportamos. Siempre ha sido así, las múltiples interpretaciones de la realidad ante nuestros ojos poniendo a prueba nuestro intelecto. Si tuviésemos claro que las verdades absolutas no existen quizás sería más fácil dialogar entre nosotros, pero nos obligan a decidir, a posicionarnos, a elegir entre estar a favor o en contra del tema de debate.

Ante el Cambio Climático, para que nos sea más fácil entender lo que pasa, nos haría falta más educación ambiental, y sobre todo, buenos ejemplos, porque de los malos tenemos muchos.

La educación ambiental, esa que todos ponen como bandera de cualquier proyecto, en cualquier centro educativo, deberíamos entenderla como un proceso permanente en el tiempo, que nos capacite individual y colectivamente para entender lo que pasa a nuestro alrededor, para aprender herramientas, valores, destrezas, habilidades, experiencias y, sobre todo, la determinación que nos capacite para encontrar las soluciones a los problemas ambientales que nos amenazan en la actualidad y en el futuro.

Por desgracia una cosa son las buenas intenciones y las palabras, y otras los hechos. Somos más de pagar campañas para enseñar a la ciudadanía a reciclar, pero no nos preocupamos de cuantos residuos se reciclan. Nos gusta promover acciones para enseñar la importancia de los bosques plantando árboles que luego nadie riega, o que se queman en el verano por la falta de inversiones en la prevención de incendios. Nos encanta convocar a limpiar las playas, hacernos fotos con la bolsita y los guantes, sin preocuparnos de donde provienen los residuos que recogemos de la orilla de la playa. Somos muy de dar lecciones para que cerremos los grifos mientras nos lavamos los dientes, pero luego sobreexplotamos nuestros acuíferos y hacemos pozos de emergencia sin preocuparnos de las consecuencias.

Necesitamos mucha educación ambiental, pero sobre todo buenos ejemplos, que no sean contradictorios, que vayan en consonancia con lo decimos, con lo que legislamos, con lo que exigimos al ciudadano. Ejemplos que nos sirvan para alcanzar objetivos a largo plazo, que no vayan buscando la foto bonita. Pero supongo que es más fácil pagar un puñado de bolsas y guantes para limpiar la playa, que pensar en cómo hacer una buena gestión de los residuos, o garantizar que nuestras depuradoras sean eficaces y no dejen pasar las toallitas y los bastoncillos para los oídos, o prohibir determinados materiales que son los que causan grandes estragos en los ecosistemas marinos, o hacer cumplir la ley y a quien contamine que pague, pero bien pagado, que la multa no le salga más barata que los beneficios obtenidos.

Sé que no es fácil solucionar tan graves problemas, demasiados intereses y pocas ganas de calentarse la cabeza, pero lo que está claro es que salir a limpiar las playas no es ninguna solución a largo plazo. Tienen su repercusión de impacto positivo, no hay duda, y lo mismo que tenemos que recibir buenos ejemplos, tenemos que darlos a nuestros vecinos, a nuestros políticos, a nuestros hijos, porque es muy fácil posicionarse en la parte de la crítica por la crítica, pero muy complicado comprometerse social y culturalmente.

A ver si desde la Cumbre cumplen con sus compromisos, con la educación y con el ejemplo.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.