No soy de ver conspiraciones, pero como dicen en Galicia de las brujas, “haberlas, haylas”, y por eso no seré quien otorgue al siguiente argumento más verosimilitud que la de los datos que lo avalan.
Porque en primer lugar, el país en el cual surge el coronavirus COVID19, al parecer por malas prácticas alimentarias e higiénico-sanitarias, una de las dictaduras más criminales de la que hoy susbsisten en nuestro planeta, ha logrado ser percibido como el gran salvador, y desde luego, es quien está rentabilizando en términos económicos y de imagen esta crisis.
China es un Estado esclavista, con un engranaje perfecto entre lo peor del comunismo, y lo peor del capitalismo, todo para dar forma una maquinaria empresarial en la que el Gobierno es el consejo de administración, controlando de esta manera, tanto la política monetaria, como la económica, unido a la capacidad para legislar lo que le parezca oportuno, e incluso a saltarse sus propias leyes, sin olvidar que tanto el Ejército como la policía, ejercen como la seguridad privada de la gran corporación multinacional en que se ha convertido la patria de Mao.
Según un estudio del Instituto Kiel para la Economía Mundial (IfW, por sus siglas en alemán, y que recojo de su boletín 2132 de junio de 2019), hay siete países que tienen en manos chinas una deuda externa (préstamos directos, por lo que no se contabilizan los bonos de deuda pública y otras deudas comerciales de corto plazo) que supera el 25% de su PIB, tres en África (Djibouti, Níger y la República del Congo), y cuatro en Asia (Kirguistán, Laos, Camboya y Maldivas). Pero también están cerca de esa cifra Venezuela, Ecuador y Bolivia, en el continente americano.
Ahora echen un vistazo a un mapa, para ver dónde quedan exactamente ubicados unos en relación a otros, y revisen cual es su situación política, y qué papel están jugando esos Estados en el contexto de desestabilización internacional.
Por si el dato es insuficiente, el mismo informe señala que los bonos de deuda pública en manos chinas, en particular de su Banco Popular, suponen más del 10% del PIB de Alemania y Países Bajos, y en el caso de Estados Unidos y Canadá, equivalen a una proporción de entre 5% y 10% del PIB de esos países.
El país comunista convertido en el gran banquero del mundo, pero también en el gran yugo de sus propios ciudadanos. Porque aquella ideología política que inspiró la Revolución China de 1949, ha mutado –si es que no fue siempre así- en un sistema de esclavitud ante el que las democracias liberales miran para otro lado porque sus empresas pueden producir allí más barato, eso sí, sometiendo a la población china a condiciones laborales infrahumanas, y contaminando lo que aquí no podrían hacer.
Así, China no solo tiene el control real de las economías de países estratégicos y débiles, también gran influencia en otros más fuertes, y por si fuera poco, son los grandes fabricantes de casi todo. No estaría mal abundar un día en cómo se financia la apertura y mantenimiento de los bazares chinos, o qué son en realidad los supuestos viajes turísticos de multimillonarios chinos a la milla de oro de las grandes ciudades del shopping.
De este modo, resulta que tras expandirse por todo el mundo un virus producto de su situación tercermundista, su economía resurge con fuerza porque son los suministradores de mascarillas, test, monos… cuya salida al mercado controlan de forma monopolista y venden al mejor postor, como haría cualquier malvado empresario contra los que se manifiestan los comunistas y sindicalistas europeos en las calles de cualquier ciudad.
Pero lo que ya resulta el colmo de la paradoja, es que escuchemos a periodistas, políticos y comentaristas varios, alabando la gestión del gobierno chino en esta crisis, porque ellos tuvieron menos contagiados y menos muertos que Italia o España, menos de los que probablemente tendrán Francia o Estados Unidos.
¿De verdad que una persona mínimamente seria puede dar credibilidad a los datos –sean los que sean y sobre lo que sea- que publica una dictadura? No solo resulta inverosímil que con la transmisibilidad de este virus no lleguen a los 82.000 casos, y por el contrario en España se cuestione que el dato oficial 79.000 porque se supone que deben ser muchísimo más (tal vez 600.000), o que se acepte que los muertos en China no lleguen a 4.000, y aquí se afirme que son más de los alrededor de 7.000 oficiales.
No, este artículo no apunta una conspiración de China como un Estado maquiavélico que contagia con un virus al mundo para apoderarse de él, que serviría de argumento para una nueva película de James Bond, trata únicamente de poner sobre el tapete algunos elementos imprescindibles para avizorar la nueva realidad que nos espera el día después del COVID19.