En diciembre de 2019, o sea, hace muy poco más de tres meses, el fervor ecologista recorrió en planeta Tierra, y lo hizo desde ese mismo lugar convertido hoy en hospital de campaña a consecuencia del coronavirus COVID19, el recinto ferial de IFEMA. Era la Cumbre del Clima, y Madrid su plató.
Hasta tal punto fue la borrachera ecologista, que su intoxicación trastornó al alcalde de la capital y a la presidenta de la Comunidad, e incluso a líderes del PP o de Vox, que hasta cuatro días antes se movían entre el escepticismo y el rechazo frontal a lo que significaba este encuentro internacional más político que científico.
Y es que es muy duro para un profesional de la política que quiere seguir en ella, sustraerse a la marea ciudadana, sea cual sea, como estamos viendo ahora mismo con la alarma generada en torno al maldito virus.
Pues se ha ido a la porra todo lo que aquella Cumbre del Clima pretendía, por culpa del COVID19.
Nos conminaron a no utilizar productos de un solo uso, a rechazar el plástico como el gran destructor del medio ambiente, y ahora resulta que la única manera de enfrentarse al virus a nivel global es protegerse con elementos plásticos por sus características de flexibilidad, durabilidad, e higienización, y también otros no reutilizables. Guantes, monos de trabajo, mascarillas, viseras… todo de usar y tirar.
De nuevo el ser humano preconiza su supervivencia inmediata a la futura, como cuando utiliza la energía nuclear, cuyos residuos se mantienen activos y contaminantes muchos miles de años. Las soluciones se dejan siempre a generaciones por venir, que tal vez así, nunca vengan.
Pero si resulta inconcebible que nuestro planeta pueda seguir tragando más basura sin que pase nada, si ignorar la realidad del cambio climático, su origen y consecuencias, es propio de mentes vacías y frikis, también lo es pensar que podemos cambiar esa dinámica sin sacrificios como pretenden algunos políticos con tal de rebañar nuestros votos, comprometidos con el ecologismo, sí, pero sin ganas de esforzarnos por ello.
Observamos que la emergencia climática se fundamentaba en el mensaje de que si no actuamos ya, vamos a morir todos ya, y es lo mismo que se difunde con el COVID19, actuamos ya o vamos a morir todos ya.
Pues ni lo uno ni lo otro, aunque ambas cuestiones deban ser tomadas muy en serio, en ambas haya que tomar medidas urgentes, pero en ambas ha de pedirse a los responsables políticos perspectiva, y no dejarse arrastrar por la psicosis, y mucho menos contribuir a propagarla.