¿Y cuál será la fórmula final que contemple la renovación del Estado de Alarma que llevará nuestro confinamiento hasta el 9 de mayo?
Pues ni idea, y eso que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), anunció su decisión el sábado pasado día 18 de abril, antes de hablar del tema con los presidentes autonómicos, y antes de dialogar sobre el asunto con los portavoces del resto de grupos parlamentarios –principalmente el PP como mayoritario de la oposición- a los que reclama su apoyo sin concretarles nunca nada previamente.
Los errores de este Gobierno se acumulan, hasta el punto de que dando respuesta a una demanda generalizada, como es la posibilidad de que los niños vean aliviado el confinamiento, en vez de convertirse en un elemento positivo que mejorara su imagen, ha acabado deteriorándola aún más.
Sánchez dice el sábado, que los niños “menores de 12 años” verán “aliviado” el encierro, y aunque afirma que es fruto de consultas con pediatras, psicólogos y el comité técnico del COVID19, pero ni aclara más en ese momento –en el que se supone que ya tenía la información recabada-, ni luego se lo hace saber a los presidentes autonómicos, que tendrán que tomar medidas cuando eso ocurra, como los alcaldes, con quienes se reúne en videoconferencia con la FEMP.
El martes, antes del Consejo de Ministros, la titular de Educación, Isabel Celaá, ratifica que la edad límite serán 12 años, y que será para paseos cortos.
Ese mismo día, horas después, comparece la ministra portavoz, María Jesús Montero, y entonces establecía que la edad límite iban a ser los 14 años, y que nada de paseo, que como mucho, podrían acompañar a uno de los adultos con los que convivan, al banco, a la farmacia, o al supermercado… donde hace una semana yo mismo tuve que esperar una hora antes de poder acceder, y hoy lo ha hecho mi mujer con idéntico tiempo en cola.
La indignación saltó por todos sitios, y de ello fueron testigos las redes sociales, y hasta Unidas Podemos –Pablo Echenique- mostró su disconformidad por los términos de una decisión adoptada horas antes en una mesa, la del Consejo de Ministros, de la que ellos forman parte. Parecía increíble que el Gobierno permitiera a los niños ir a lugares cerrados y con altas posibilidades de contagio, en vez de estar en la calle al aire libre, paseando, tomando un poquito de sol.
Parecía increíble que el Gobierno permitiera a los niños ir a lugares cerrados y con altas posibilidades de contagio, en vez de estar en la calle al aire libre, paseando, tomando un poquito de sol.
El colmo fue cuando el ministro de Sanidad, Salvador Ílla, ese mismo día, por la tarde, volvió a hablar de los 14 años, pero entonces volvieron a ser “paseos”, y tuvo que reconocer que se había escuchado “a la Vicepresidencia Segunda”, es decir, al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. ¿Pero no está sentado el Consejo de Ministros, cuya portavoz es Montero? ¿Pero con quién consultó y qué consultó, y cuales fueron las conclusiones de esos expertos a los que hizo referencia el sábado Pedro Sánchez, si tres días después siguen con desmintiéndose a si mismo de modo reiterado?
Lo más grave incluso, es que la Dirección General de Infancia está dentro de las competencias de Iglesias, que se ha revelado como contrario a lo que inicialmente anunció Sánchez, lo que demuestra que no le consultó ni como miembro del Gobierno, ni como responsable de Infancia dentro del mismo. Repetimos la pregunta ¿con quién consultó entonces el presidente?
Ílla se arroga en su declaración, la capacidad de firmar esta orden que en principio solo podría hacerlo el presidente de Gobierno ¿por qué Sánchez renuncia a esta prerrogativa? ¿puede hacerlo legalmente?
Era un asunto sencillo, sobre todo si es cierto que el Gobierno consultó con expertos, y con ellos analizó el mejor modo de hacerlo. Era tan sencillo como permitir que salgan a la calle acompañados de un adulto, con el compromiso de que no mantengan contacto con más personas, que no jueguen a nada ni con nada que implique esas relaciones… y por supuesto, en dirección contraria a lo sostenido por Montero, que no vayan ni a farmacias, ni a bancos, ni a supermercados.
Mientras se pone de acuerdo el Gobierno con sí mismo, mis hijos siguen estudiando en casa y acusando como también algunos de sus amigos, o incluso adultos, cierto estrés ante la idea de volver a la calle en la nueva realidad social que nos ha tocado vivir, y a la que sin duda nos adaptaremos.