Recuerdo –debe ser la edad, claro- cuando los demócratas clamaban porque ETA se rindiera, abandonara el terrorismo, y canalizara sus reivindicaciones únicamente por las vías institucionales, y por eso siempre he lamentado que esos mismos demócratas, después de que la banda dejara de matar, secuestrar y extorsionar, sostengan que los criminales han vencido porque una formación política que defiende sus mismas ideas –independencia y socialismo, básicamente- está en el Congreso. Es justo al revés, que Bildu esté en las instituciones y ETA desaparecida, es la victoria de la democracia porque a tiros no han conseguido nada.
Comprendo que esta postura sea matizable y discutible, pero no abundaré en los argumentos para no desviar el análisis del hecho cierto de que fue el propio Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España, quien de modo reiterado afirmó que nunca pactaría con ellos, que nunca cruzarían la línea roja de un acuerdo con Bildu, y su vicepresidenta Calmen Calvo aseguró que los socialistas eran fiables, y que por eso era indudable que nunca hablarían con los filoetarras.
Pero también podemos repasar el número de veces que Sánchez afirmó, por activa y por pasiva, que de ninguna de las maneras pactaría con Podemos, y mucho menos tendría como vicepresidente a Pablo Iglesias, y ahí les tienen, porque con tal de ser presidente, se le ha olvidado que fue él quien habló de las cartillas de racionamiento y el insomnio aparejado a tenerles en el Consejo de Ministros.
Sánchez podía haber dicho que Bildu es un partido que acata la Constitución y las leyes, que son las reglas, aunque quiera cambiarlas para por ejemplo independizar Euskadi, y lo mismo Podemos que quiere una república, como también es a lo que aspira Vox que desea eliminar las autonomías, pero no, lo que el PSOE ha reiterado incansablemente es que con los amigos de los etarras no querían ni hablar, y que con los de Iglesias, lo justito. Pues toma… si no quieres caldo, dos fantas.
El Sánchez hombre de Estado que propuso unos Pactos de la Moncloa, que quería una mesa para la reconstrucción de España, que se veía en el papel de Adolfo Suárez, conduciendo al país a nueva etapa histórica cual Moisés, se ha quedado de pagafantas de una herriko taberna.
El Congreso de los Diputados debatía la conveniencia y la legalidad de dos semanas más de Estado de Alarma, y pese a tener los votos asegurados de Ciudadanos, y así lograr su objetivo aunque fuese por la mínima, la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, se descuelga con un pacto con los herederos de los terroristas –según su propia visión de Bildu- que además era innecesario para lograr el objetivo técnico de validar el Decreto.
Los Pactos de la Moncloa no solo suponía la negociación con casi todas las fuerzas políticas, también con los sindicatos y la patronal, entre otros sectores, y el PSOE de Sánchez, ha logrado cabrear precisamente a todos ellos, a todos, incluso ha revuelto a su propio Gobierno, a cambio únicamente de cinco abstenciones que no necesitaba.
Lo que no deja de sorprender es que si Podemos y el PSOE ya habían firmado la derogación de la reforma laboral que hizo el PP, en realidad, podría interpretarse que Bildu vendió muy baratas sus abstenciones ya que no lograba nada especial, porque podía haber hecho como ERC con su mesa para la cuestión catalana. Seguramente Lastra llegó a pensar que había sido muy sagaz, asegurándose unas abstenciones a cambio de nada que no estuviese ya previsto.
En lo que no reparó Lastra, y por extensión Sánchez, es en que a Bildu lo que le interesaba era la fotografía de un PSOE claudicante, un PSOE que se avenía a pactar con ellos… igual que lo había hecho con Podemos.
La única diferencia entre lo firmado por PSOE y Unidas Podemos para gobernar, y lo suscrito con Bildu estriba en que se impone como fecha límite para cambiar la legislación laboral, la terminación del Estado de Alarma, que en principio es dentro de dos semanas… pero es que aunque fuese el doble, el asunto es mucho más complejo y no puede ser resuelto en tan poco tiempo.
¡Otra ronda de kalimotxo, Arnaldo,… y una fanta y la cuenta para el guapo!