Uno de los hechos más sorprendentes desde que comenzó a extenderse la pandemia del COVID19 en España es el continuo cambio de criterios en la contabilización de los datos, que cuando se refiere a una enfermedad infecto-contagiosa, resulta ser un elemento clave para conocer su auténtica peligrosidad.
Especialmente sorprendente es que una de las primeras decisiones que adopta el Ministerio de Sanidad cuando se aprueba el Decreto de Estado de Alarma, es que la información estadística quedaría centralizada en el “mando único”, momento a partir del cual, las comunidades autónomas no podían seguir facilitando cifras a sus ciudadanos hasta después de que lo hiciese éste.
Pues ni por esas. El doctor Fernando Simón, coordinador del Centro de Emergencias y Alertas Sanitarias, ha cambiado unas ocho veces –quizá alguna más- en el sistema de conteo tanto de contagios, de ingresos hospitalarios, y hasta de fallecimientos.
Que el mismo día en que se declara luto oficial por las víctimas del COVID19, venga acompañado de la polémica porque el lunes Simón restó casi 2.000 muertos al cómputo oficial, y el martes añadió casi 300.
Las explicaciones de Simón son inaceptables, porque no se puede aceptar que diga “con fecha de defunción en los últimos 7 días, se han notificado 25 fallecidos” y que “Estos casos son fallecidos que incluyen los 35 que se identificaron ayer y casos antiguos que había que adjudicarles la fecha de defunción”.
Ante eso surgen varias preguntas, siendo la primera que cómo es posible que haya fallecidos sin fecha de defunción, y de ahí surgen otras, como quién es responsable de facilitar este dato y no lo ha hecho, y quién es responsable de aceptar datos incompletos con el consiguientes desajuste.
Pero también cabe preguntarse, en el caso de la eliminación de fallecidos, cómo es posible que las estadísticas recogieran como víctimas del COVID19 a personas que ahora resulta que no se comprobó cuál era la causa de la muerte. En todo caso, resulta obvio que si a alguien se le diagnosticó esta enfermedad, se le asiló por ella, se le hospitalizó por ella, y se le envió a UCI por ella, y quien certificó su defunción anotó que la causa probable era ésta, pues sacarla de la lista es bastante injustificable.
El único hecho cierto es que los muertos tienen nombre y apellidos, tienen un número de DNI o de tarjeta de residencia, o de pasaporte… tienen familia en la inmensa mayoría de los casos, y tienen un profesional que firma el acta correspondiente, y se trata de personas que fallecen en hospitales o residencias, como consecuencia de una pandemia sobre la que están puestas todas las miradas y todos los recursos.
No es de recibo que un comité constituido en Madrid, encargado de recabar los datos que les facilitan las comunidades autónomas, decida si cuenta o no como muerto por COVID19 a una persona que dicha comunidad le ha facilitado como tal, siendo ésta la que tiene bajo su responsabilidad el sistema sanitario y sus profesionales.
Con el tema de los contagios ocurre otro tanto, que si PCR, que si rápidos, que si se cuentan todos, que si se separan, que si se siguen dando los dos, que si ya no informamos de unos y de otros sí…
La verdad es que el Ministerio de Sanidad, en un sistema descentralizado como el nuestro, solo se justifica para dar respuesta coordinada a problemas como una pandemia, y ha demostrado ser un fracaso absoluto, tanto por la gestión de la prevención, tal y como hemos podido ver en el desarrollo de la misma, en la compra centralizada de material que ha sido otro desastre, en la respuesta a las necesidades de los sanitarios y ya hemos visto cómo les ha afectado a ellos, y por último, en el control estadístico de los datos, en lo que han demostrado ser, como mínimo, irresponsables. E irrespetuosa con los muertos y sus fallecidos.
Si en una pandemia se cambian continuamente los criterios hasta impedir contrastar datos de un mes a otro, es imposible saber cómo ha afectado realmente, si es muy contagioso el virus o no, si es más o menos mortal que otros, a quienes afecta más o menos, cómo afecta a otras patologías, entre otras muchas cuestiones.
La irresponsabilidad es tanta que ni diez días de luto lo tapan.