Parece que no, pero medio metro da para mucho, o si no, recuerden las estrechuras de los restaurantes chinos… o mismamente, la barra del Minibar de Almería…
Aunque a priori pudiese ser motivo de mofa que el apoyo de Ciudadanos a la última renovación del Estado de Alarma recogiera entre sus condiciones reducir la distancia social de dos metros a metro y medio, lo cierto es que la medida supone que pueda haber más escolares en cada aula cuando vuelva la normalidad, pero también que la hostelería pueda meter más mesas y por tanto más clientes, por anotar solo un par de cuestiones, entre las que también podríamos incluir el número de empleados que pueden coincidir en una misma zona de trabajo. Es decir, no es ninguna tontería.
La pregunta que cabe hacerse es con qué criterio se ha pasado de los dos metros al metro y medio. Si antes el consejo de los expertos del Gobierno eran dos metros ¿por qué ahora esos expertos consideran suficiente el metro y medio?
Es posible que la razón sea la misma que justificó que el Gobierno, sabiendas de que las mascarillas eran imprescindibles para evitar los contagios, las desaconsejara… y solo más tarde admitiera que lo había hecho sencillamente porque no se podían adquirir. A ver, es como si en África desaconsejaran los preservativos como medio eficaz contra el SIDA porque son difíciles de conseguir.
El Gobierno estuvo falto de previsión ante la pandemia, a pesar de los numerosos avisos recibidos desde la Organización Mundial de la Salud, y a pesar de que la propia ministra de Igualdad, Irene Montero, reconoce en su “pillada” que otros países ya habían tomado medidas “superdrásticas, tía”, y ni tan siquiera inició las conversaciones con las comunidades autónomas por si acaso… y tampoco comenzó a gestionar la compra de material de protección… por si acaso.
Tal vez el Gobierno esté ahora pecando de lo mismo, de anteponer sus intereses políticos, en aquel momento la celebración de la manifestación del 8M, y ahora sus acuerdos con PNV o ERC, o incluso con Ciudadanos, con la vista puesta en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
La mal llamada desescaladas está siendo de todo menos seria. No se ha cumplido prácticamente nada del planteamiento que tan serio nos comunicó en su habitual Aló Presidente, Pedro Sánchez, y de nuevo ahí surgen las preguntas sobre la fiabilidad del equipo técnico que asesora o toma las decisiones -que esto tampoco está claro- porque aunque sea repetitivo, recordemos que son quienes negaron la posibilidad de casos locales, quienes negaron que aquí fuésemos a tener epidemia, que pudiese haber muertos, que negaron la utilidad de las mascarillas, que nos aconsejaron guantes y luego no, los que nos decían que probablemente la mitad de la población española estaba inmunizada ante el virus y es el 5%, quienes dijeron que el estudio de seroprevalencia sería previo a la desescalada, y lo hicieron al revés, los que han cambiado ocho veces el sistema para contar fallecidos y contagiados… pues bien, esos mismos son los que consideraban que era necesario mantener un mínimo de dos metros en espacios abiertos, y ahora dicen que en espacios cerrados con metro y medio vale.
En fin, viendo como ahora el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, se pone mascarilla a todas horas, y antes, cuando debía estar en cuarentena porque su mujer daba positivo por COVID19 hasta en tres ocasiones, no se la ponía nunca, ni en el Congreso, ni el supermercado, todo se entiende mejor. Ellos tienen miedo al contagio, pero a nosotros, ya nos mandan a la barra del bar.