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Cuando estuve en la Tomatina
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(Foto: malasombra)

Cuando estuve en la Tomatina

Por Aixa Almagro
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miércoles 28 de agosto de 2024, 08:00h

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Recuerdo claramente aquel día de agosto, hace un par de años, cuando decidí que no podía perderme la famosa Tomatina de Buñol. La idea de lanzarme a una batalla épica de tomates me parecía tan loca como irresistible. Así que, con mi cámara en mano y un bañador viejo (porque el blanco es para los valientes), me dirigí al corazón de esta fiesta que ha puesto a Buñol en el mapa mundial.

Al llegar, la atmósfera era electrizante. El pueblo estaba abarrotado de gente de todas partes del mundo: británicos con sus acentos singulares, indios con su energía contagiosa y hasta japoneses que parecían estar disfrutando cada momento como si fuera un anime en vivo. ¡Era una mezcla cultural increíble! Y yo, por supuesto, me sentía como una auténtica reportera en medio del caos.

La hora se acercaba y la emoción crecía. En ese instante, no podía evitar pensar en los 120.000 kilos de tomates que estaban esperando en las cámaras de frío. ¿Cómo sería verlos volar? La alcaldesa había dicho que este año eran valencianos y ecológicos; eso le daba un toque especial a nuestra munición. Pero lo que realmente me intrigaba era cómo se sentiría estar en medio de esa lluvia roja.

Cuando finalmente comenzó la fiesta, todo se desató. Los camiones comenzaron a lanzar los tomates y el aire se llenó de risas y gritos mientras todos corríamos por las calles empapadas de rojo. No puedo describir lo liberador que fue dejar atrás cualquier preocupación y simplemente disfrutar del momento. Cada tomate que volaba hacia mí era una pequeña explosión de alegría.

Me acuerdo de una chica que conocí allí, venía desde Alemania solo para vivir esta experiencia. Nos reíamos mientras nos lanzábamos tomates entre nosotras, como si fuéramos amigas de toda la vida. Esa es la magia de la Tomatina: te conecta con personas desconocidas a través del simple acto de jugar.

Y sí, hubo momentos en los que el tomate impactaba justo en mi cara y me dejaba sin aliento entre risas y jugos rojos. Pero lo mejor fue cuando miré alrededor y vi a todos esos rostros felices, algunos cubiertos completamente por el puré rojo, otros riendo hasta llorar. Era un espectáculo digno de recordar.

A medida que avanzaba la batalla, también noté los esfuerzos organizativos detrás del evento: puntos violeta para asegurar la seguridad y un ambiente festivo pero responsable. La alcaldesa lo había mencionado antes; era reconfortante saber que había cuidado en cada detalle para garantizar que todos disfrutáramos sin preocupaciones.

Al final del día, cuando todo terminó y comenzamos a limpiarnos (bueno, más bien intentarlo), entendí por qué esta fiesta atrae a miles cada año. No solo es una guerra divertida entre tomates; es una celebración de comunidad, cultura y pura diversión desenfadada.

Así que aquí estoy hoy, recordando esa experiencia inolvidable mientras Buñol se prepara para otra edición de la Tomatina este 28 de agosto. Sé que habrá otros como yo listos para sumergirse en el caos rojo y vivir su propia aventura. Y aunque ya no esté allí físicamente este año, mi corazón estará con ellos, riendo entre los tomates y disfrutando del espíritu único que solo Buñol puede ofrecer.

¡A disfrutar!

Aixa Almagro

Noticias de Almería

Me gusta escribir de las cosas del día a día, de lo que pasa, y de lo que me pasa. Estudié Grado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, y Grado en Economía por la Universidad de Tampa - Facultad de Negocios Sykes.