Era previsible que algo así pudiese suceder tras el 41 Congreso Federal del PSOE en el que Pedro Sánchez ha sido reelegido como el "puto amo" (Óscar Puente dixit). Era previsible que los cambios de opinión -algunos lo llaman mentir a conveniencia- del líder se trasladaran rápidamente al resto de la dirección y a la militancia enfervorizada.
Un debate, suponemos que serio y riguroso, precedió a la decisión de eliminar la letra Q y el símbolo "+" de la amalgama LGTBI, y eso desató un torbellino de reacciones, pero lo más curioso ha sido escuchar las declaraciones del responsable del área que, tras la aprobación de esta medida, salió a decir que “bueno, tampoco era así” y que ellos seguían defendiendo la inclusión de la Q y el "+". Es como si el propio partido no se creyera su propia narrativa, como si estuvieran atrapados en un guion mal escrito donde los personajes cambian de opinión más rápido que de chaqueta.
Pero esto no es solo un episodio aislado en la saga del PSOE. En Almería, el tema del agua ha puesto en evidencia otra joya del cinismo político. La ponencia marco aprobada en el mismo congreso menciona restricciones al uso del agua procedente del trasvase Tajo-Segura, limitando su uso únicamente para consumo humano. Esto podría significar un golpe devastador para el sector agrícola almeriense, y ya hemos visto cómo el Partido Popular se ha lanzado a criticar esta decisión con fervor. Sin embargo, lo más llamativo es la respuesta del delegado del gobierno en Almería, José María Martín, quien afirmó que el PP solo busca “confrontar” y que no hay ninguna medida legislativa aprobada que pueda llevarnos a pensar que habrá perjuicios. Es decir, no cree en las decisiones tomadas por su propio partido vayan a acabar convirtiéndose en una realidad en el BOE... porque incluso podría haber explicado que las cosas no eran como las exponía el PP, pero no, ha preferido avisar que eso que han aprobado, no tiene visos de ser una realidad algún día.
Pero ya el colmo el aclamado anuncio de la creación de una empresa pública para construir viviendas, según palabras concretas de Sánchez ante los suyos, pero cuando en TVE le pregunta Silvia Intxaurrondo (vamos... no es ni Alsina, ni Vallés, ni Herrera...) sobre el tema a la ministra ¡de Vivienda!, Isabel Rodríguez, responde que no se va a crear nada, que se va "fortalecer" al empresa pública de suelo que lleva unas décadas creada, y que no va a construir nada, que lo harán las constructoras... nada que ver con la promesa del amado líder.
Un partido que se contradice a sí mismo en cuestión de horas y representantes que parecen actuar como si estuvieran leyendo un guion ajeno, y que se traban ante lo imprevisible del mismo. La falta de alineación entre las palabras de unos y otros, y a veces de sí mismos, es tan evidente que uno se pregunta si estos políticos son conscientes de sus propias declaraciones o si simplemente están jugando a salir del paso.
La situación es aún más irónica cuando consideramos que estas decisiones están destinadas a abordar temas cruciales. La lucha por los derechos LGTBI es importante, la vivienda es importante, y la gestión sostenible del agua es importante, y por eso requieren compromiso y claridad. Sin embargo, asistimos a una danza donde cada paso parece estar marcado por la improvisación y la falta de convicción.
La cuestión no es si los demás nos podemos creer algo, sino si ellos mismos -los dirigentes- se lo creen