Aquí estoy, con mi café en mano y un espíritu navideño que, aunque a veces se tambalea, no deja de ser contagioso. Pero hoy quiero hablarles de algo que me preocupa más que el último villancico de la tele: las estafas navideñas. Sí, esas que parecen sacadas de una película de terror, pero que son tan reales como el turrón en nuestra mesa.
¿Alguna vez has recibido un paquete que no has pedido? A mí me pasó el año pasado. Estaba en casa, disfrutando de mis días libres y, ¡zas!, suena el timbre. Abro la puerta y allí estaba, una caja enorme con mi nombre. Pensé que era un regalo sorpresa, quizás de mis amigos del alma o incluso un detalle de algún admirador secreto (sí, sigo soñando). Pero no, era un error de entrega. Al final resultó ser un juego de mesa para alguien que vive a mil kilómetros de distancia. Menuda desilusión.
Y ya ni hablemos de esos décimos premiados que te venden en la calle. Recuerdo a mi primo Antonio, ese almeriense con más suerte que sentido común, que un día se encontró con un vendedor en la Rambla. El tipo le ofreció un décimo a mitad de precio y claro, Antonio no se lo pensó dos veces. Al final resultó ser una estafa monumental. Así que ya saben, si ven a alguien vendiendo lotería por ahí a precios sospechosos, mejor den media vuelta y corran hacia la primera cafetería.
En estas fechas donde los gastos se disparan —la OCU dice que gastaremos una media de 683 euros por persona— los ciberdelincuentes están al acecho como buitres sobrevolando nuestras cabezas llenas de compras y celebraciones. La Policía Nacional y la Guardia Civil han lanzado vídeos para alertarnos sobre las estafas más comunes. Y es que entre cenas familiares y brindis interminables, hay quienes ven la oportunidad perfecta para hacernos caer en sus redes.
Recientemente escuché a mi madre hablando sobre una tarjeta regalo que compró online; le pareció demasiado buena para ser verdad. Y efectivamente lo era. La tarjeta llegó vacía y ella terminó llamando al servicio al cliente como si estuviera intentando hablar con Papá Noel mismo. Un caos total.
Así que aquí va mi consejo: mantengamos los ojos bien abiertos esta Navidad. No todo lo brillante es oro y esas gangas pueden acabar costándonos mucho más que unos euros perdidos. Disfrutemos de las fiestas, sí, pero sin dejar que nos roben la alegría ni el dinero.
Así que este año celebremos con precaución: brindemos por los buenos momentos, pero también por nuestra seguridad digital. Porque en Almería tenemos mucho por lo cual alegrarnos estas fiestas… ¡y no queremos perderlo por culpa de unos listillos!