Dialogo con don Nicolás Salmerón
miércoles 10 de abril de 2019, 19:59h
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Cruzaba la Puerta de Purchena un domingo por la noche, o lo que es igual, un espacio urbano vacío y en cierta medida inhóspito; al cruzar el semáforo, observé como a la estatua de don Nicolás Salmerón, un hombre la abrazaba por el hombro y mantenía un monólogo con la ella a modo de conversación. No oía sus cuitas, pero aunque parecía beodo, mantenía una postura característica de diálogo, que bien podría ser de amistad y cariño con un amigo. Superé con el paso la escena a la vez que me producía interiormente una sensación que no se si de pena, emoción o ternura o todo a la vez. En el fondo lo presenciado evidenciaba la soledad de las personas y la necesidad de ser escuchado, era la imagen de esta realidad tan lacerante que padecen muchas personas, la necesidad de esa efectividad que surge con la palabra, con la confidencia, con la comunicación entre las personas.
Vivimos en la era de la comunicación, o mejor dicho, en la era de las tecnologías de la comunicación, pero que paradójicamente no posibilitan una mejor fluidez en las relaciones personales y humanas, por el contrario nos aíslan cada vez mas y nos incomunican afectivamente, al condicionar nuestras relaciones a través de artilugios tecnológicos. Vamos perdiendo el calor de la comunicación personal y con ello la pérdida de un universos de formas de interacción social que permiten afianzar los lazos entre los miembro de la comunidad y con ellos la cohesión que, a su vez, provoca la solidaridad. No olvidemos que la insolidaridad es la expresión de la soberbia y…de eso estamos sobrados, conclusión que no es difícil alcanzar por medio de la experiencia, basta con observar el desarrollo de los nacionalismos y sus formas programáticas de expresión política.
Un frío metal de forma humana que es acogido por una persona, para establecer una relación de comunicación, porque lo necesita, es un ejemplo de fracaso social colectivo. La educación , que es un medio importantísimo para generar conciencia social, que nos permita avanzar en la justicia y en el conocimiento, no debe centrarse en promover derechos, por legítimos que estos sean, sino en generar valores y un valor importante es saber escuchar a los demás.
Estamos en período electoral, un espacio de tiempo para comunicar proyectos, ideas y sobre todo propuestas de gobierno, pero tengo mis dudas sobre si todo ello tiene su base y razón de ser en lo que manifiesta la ciudadanía; en definitiva, si se ha escuchado lo que dicen las personas o lo que manifiestan de alguna forma; no en lo que entienden que dicen y menos aún en suplantar la opinión de la sociedad por la opinión personal o de grupo. El que aspire a ser representante social, debe primero escuchar y luego proponer, no al revés. Pero también debe proponer con honestidad, sin engaño, con la voluntad de cumplirlo y ateniéndose a la realidad.
Catedrático de Universidad de Almería
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