Queda una semana o semana y pico –según la Comunidad Autónoma- para el inicio del curso escolar, y parece ser que la ministra de la cosa, Isabel Celaá, no tiene prevista su reaparición estelar hasta mediados de la próxima, porque tal vez no quiere que se confunda prevención con precipitación.
En la web de la Comisión Europea –actualizado a febrero de 2020-, se lee que en el Estado español, el Ministerio de Educación tiene como competencias “la ordenación general del sistema educativo”, “el establecimiento de la programación general de la enseñanza”, y “la dirección de la política de personal docente y la elaboración de las bases del régimen jurídico de la función pública docente”. Visto esto, es más que evidente que en la situación en la que nos encontramos, quien está fallando no son los gobiernos autonómicos, sino –una vez más- el Estado, y concretamente quien lo gobierna.
Si a estas alturas de la pandemia, Celaá no ha entendido que es su competencia ordenar el sistema educativo y establecer cuál ha de ser la política del personal docente, su régimen jurídico y la programación general del curso… es que no ha comprendido nada.
Acusar a las comunidades autónomas de ir cada una por su lado cuando precisamente lo que están haciendo es suplir la ineficacia del Gobierno central, es muy propio de quienes tienen entre ceja y ceja acabar con ellas. Es precisamente en este tipo de situaciones extremas cuando el Estado lo que ha de hacer es ejercer la coordinación de las diferentes políticas que hacen los gobiernos de las comunidades, sin imposiciones y sin uniformidad, con lealtad a la autonomía política y administrativa de cada cual.
Pero más allá de esa cuestión política que no es menor, hay otra que nos preocupa a todos los padres, y es las condiciones de la vuelta al colegio de nuestros hijos.
¿Realmente tenemos de qué preocuparnos?
Llámenme inconsciente, pero creo que si en los últimos meses los niños y niñas están en las playas jugando juntos, y si lo están en los parques, no se comprende que en el centro escolar, donde habrá un adulto que les controle permanentemente para que no se quiten la mascarilla, donde se puede establecer un ritual de higienizarse las manos antes y después de cada clase, donde se va a estar al tanto de cualquier pequeño síntoma de enfermedad –fiebre, dolor de cabeza, problemas respiratorios, decaimiento…-, insisto, no se comprende que se tenga tanto miedo. A no ser que el supuesto miedo oculte otras intencionalidades.
Me gustaría saber si esos padres que anuncian que no llevarán al colegio a sus hijos en estas circunstancias, los han tenido confinados en casa todo el verano, si no han jugado con ningún otro crío, ni cogido pelotas, raquetas, bicicletas, muñecas, coches...
Me gustaría saber también por qué conocemos que en Madrid se anuncia una huelga del profesorado, donde gobiernan el PP y Ciudadanos, pero en Aragón, donde los contagios adquieren niveles más dramáticos que en ningún otro sitio, los docentes están callados, y tal vez tenga que ver con que su gobierno es socialista.
Me gustaría saber qué piensa Celaá de medidas como la propuesta por la Región de Murcia y criticada por Podemos, de reducir los días lectivos de los niños a cuatro, de tal modo que el alumnado de cada clase de divida en cinco grupos, y éstos se vayan rotando a lo largo de la semana para reducir el número de escolares que a diario comparten aula. O de eliminar los recreos en ciertos niveles educativos, o de recuperar los turnos de tarde, como se hacía antes…
Pero claro, para todas estas cuestiones deberíamos tener una ministra que en vez de estar de vacaciones, trabajase… que tampoco es tanto pedir, creo yo.