Pedro Sánchez tiene un plan. Un plan tan sencillo como efectivo: situarse en el centro del espectro político español y presentarse como el único garante de la moderación, la estabilidad y la democracia frente a la amenaza de la extrema derecha. ¿Y cómo lo hace? Pues muy fácil: equiparando al Partido Popular y a Vox como dos caras de la misma moneda, el saco de los ultras, los antidemócratas y los reaccionarios.
Así lo dejó claro ante el grupo socialista del Congreso, donde afirmó que el PP y Vox son "lo mismo" y que ambos representan "un riesgo para España", que son “la extrema derecha y la derecha extrema” y solo él surfeando la “ola reaccionaria” que es la expresión de moda en boca de todo el progresismo.
Según Sánchez, el PP ha renunciado a su papel de partido de Estado y se ha entregado a los brazos de Vox, que es quien marca la agenda de la oposición. Por eso, el presidente del Gobierno pidió a los suyos que se movilicen para frenar el avance de la derecha radical en las próximas elecciones, si bien esa derecha radical es todo lo que hay a su derecha, es decir, medio país.
Pero lo que Sánchez no dijo es que él mismo ha estado gobernando con el apoyo de la izquierda radical, esa que se llama Unidas Podemos y que incluye a comunistas, populistas, independentistas y demás fauna. Esa que ha cuestionado la monarquía, la Constitución, la unidad de España y hasta la propiedad privada. Esa que ha defendido regímenes autoritarios como el de Venezuela o Cuba, esa que ha pactado con Bildu, el partido heredero de ETA. Y no afirmo que eso esté mal, ni que esté bien, ni que unas cosas sí y otras no, lo que sucede es que Sánchez ha hecho todo lo que afirmó mirando a los ojos de la ciudadanía, que no iba a hacer.
Pero claro, eso no importa. Lo importante es presentarse como el salvador de la patria frente al fascismo, como ya hizo Pablo Iglesias con su “alerta antifascista” tras la entrada de Vox en el Parlamento de Andalucía, y que se ha saldado con sucesivas humillaciones electorales para su partido en general y para él en particular.
Lo importante es hacer creer a los españoles que él, Pedro Sánchez, es el centro y que los demás son los extremos. Lo importante es olvidar ese pasado de izquierda radical y su presente de pactos con todos a los que él mismo despreció. Lo importante es ser Pedro Sánchez, el centrista más centrado que vino de la izquierda más a la izquierda.
Quizá le venga bien la estrategia para aprovechar el vacío que ha dejado Ciudadanos, el partido que se autodenominaba liberal y progresista y que se desplomó en las urnas tras su errática aventura política. El partido que intentó ocupar el centro sin éxito, que se avino a pactar con el PSOE, pero también con el PP, y que acabó siendo fagocitado por el PSOE o por el PP según las circunstancias. El partido que ha perdido a su último icono, Inés Arrimadas, tras su fracaso electoral.
Así pues, Pedro Sánchez quiere que le veamos en el centro. En el centro político, pero también en el centro de la pista, como única estrella del equipo, como el único puede defender los valores del constitucionalismo, del europeísmo, del feminismo y del ecologismo, el único que puede garantizar un gobierno progresista y reformista, el único que puede evitar que España sucumba bajo las olas del tsunami reaccionario.
El problema es que le tenemos calado, y si tiene que volver a pactar con la extrema izquierda, lo hará, y con ERC, y con EH Bildu, y con quien haga falta.