Cifras astronómicas, salarios desorbitados, entradas inasumibles para muchos, casas de apuestas deportivas patrocinando grandes equipos... El fútbol se movía en ese terreno desde hace tiempo y parecía una burbuja que, tarde o temprano, explotaría. Pero lo que nadie pensaba es que lo haría por una pandemia mundial como el coronavirus. La gallina de los huevos de oro ha dejado de dar alegrías y el parón competitivo ha supuesto un frenazo en seco a nivel económico mundial con enormes implicaciones. Si algo queda claro de esta crisis del coronavirus es que el fútbol se ha erigido en una de las industrias más potentes a nivel mundial, con multitud de familias viviendo de él, con contratos televisivos y patrocinios exorbitantes. La gran incógnita es cómo gestionar este momento crítico, pero también si lo que está ocurriendo supondrá un cambio en el modelo.
Ya son muchos los equipos de primer orden que han tenido que aplicar ERTEs en España, y figuras similares en otros países. Habitualmente se piensa en los jugadores, pero es preciso recordar que una plantilla de fútbol la integran gran cantidad de profesionales con salarios mucho más habituales en la sociedad y a los que una situación como esta puede afectar. En algunos clubes, como el Betis, los jugadores de la primera plantilla se han bajado el sueldo para permitir al equipo afrontar el pago de los sueldos de estos profesionales, pero en muchos casos no es suficiente. Los derechos televisivos y lo recaudado en taquilla son los dos puntales con los que cuentan los clubes para recaudar dinero y, sin ellos, no les será fácil subsistir.
Si bien es cierto que se ha disputado casi el 75% de los partidos de competiciones nacionales, los presupuestos no suelen ir sobrados en los equipos de primera y segunda división por lo que una pérdida así supondrá un grave daño. El frenazo a las actividades de merchandising también se dejará notar en las arcas de los clubes, que se afanan por no desmoronarse a nivel financiero. Podría recuperarse parte del terreno perdido si se logra terminar la temporada, al menos a puerta cerrada, lo que permitiría salvar los ingresos de la televisión, pero el perjuicio es evidente y hace pensar en lo viable a largo plazo que puede resultar el modelo actual.
¿Es lógico que en una sociedad como la actual, los futbolistas ganen 100 veces más que un médico que salva vidas y ha invertido 10 años de la suya en estudiar para poder ejercer? La respuesta es evidente, pero también es claro que si ingresan esos salarios es porque los generan, mientras hay multitud de equipos de categorías inferiores al borde del abismo económico y que podrían verse en peligro de desaparecer si esta crisis se prolonga en el tiempo. El valor del fútbol como elemento de ocio y entretenimiento se deja notar estos días por su ausencia, con toda la sociedad suspirando con recuperar esa pasión que permita evadirnos de los problemas y disfrutar, pero quizá no deba regresar a cualquier precio y los problemas económicos que deriven de esto hagan replantearse el modelo actual.