Las Islas Canarias han recibido más de 30.000 inmigrantes irregulares en lo que va de año. No voy a caer en la tentación de vincular la inmigración irregular o no, ante la nula repatriación, con la inseguridad ciudadana y transmisoras de enfermedades propias de determinas zonas de donde provienen esta inmigración, ni sí son recogidos en alojamientos turísticos como hoteles y balnearios, albergues o campamentos militares. Ante todo son personas como tú y como yo.
Pensar en sentido contrario no estaría en sintonía con el pensamiento humanístico cristiano, que se basa fundamentalmente en la caridad, en la solidaridad y la fraternidad, incluso en la misericordia. En qué quedaría tanta piedad popular y el recibimiento de los Sacramentos en la Iglesia Católica, sí nuestra forma de pensar y proceder es contraria al Derecho Natural y a los Derechos y Libertades reconocidos internacionalmente por España, nuestra Constitución, y cómo no, al amor del espíritu divino del Misterio de la Redención en el Calvario.
El esfuerzo que aparece en el Antiguo Testamento por incorporar a la bienaventuranza valores distintos a los del éxito o la riqueza, tales como el valor de la justicia en la pobreza y en el fracaso, encuentra en la predicación de Jesús de Nazaret una posición tajante: los dichosos no son ya los ricos, los satisfechos o aquellos a los que se halaga, sino los que tienen hambre y que lloran, los pobres y los perseguidos.
Ahora bien, por qué no comunican de forma institucional, aunque no sean competentes en la materia, Comunidades Autónomas, Provincias y Municipales, cuando se trasladan a la Península a personas, sobre todo cuando se trata de menores, que huyen con mafias organizadas en cayucos de sus países, que se encuentran bajo el yugo del nepotismo político y religioso en esos países de Estados fallidos.
Al menos, en estos tiempos de elevadas tribulaciones de toda índole y para evitar informaciones falsas, los planes de contingencias que se aplican deben de ser transparentes en la forma de distribuir a los inmigrantes irregulares, vengan de dónde vengan, no solo en la Península, sino en otros países de la Unión Europea, no hacerlo aleatoriamente sin fundamento técnico alguno que justifique una decisión política de este nivel vital para la convivencia.
Debe de existir un criterio gubernativo y social lo más objetivo posible, que posibilite, no solo la inclusión social y la convivencia cívica, sino el poder dar todas las prestaciones sociales, especialmente, las sanitarias, por lo que, no se puede realizar con ánimo partidista el envío de personas a determinadas comunidades autónomas o municipios de un determinado color político y no a otros, y no decirnos de forma fehaciente, notoria y pública, la llegada de estas personas a toda la comunidad española, los cuales deberán de acatar las formas de convivencia democrática y el ordenamiento jurídico español.
La falta de información y de criterios no están basados en los principios de justicia y equidad, y sobre todo, es una gran falta de solidaridad institucional y coordinación entre las Administraciones Públicas territoriales, que comienza por el propio Poder Ejecutivo, el Gobierno de la Nación de España, que establece “manu militari” unas líneas de acción con nula transparencia en la gestión pública de estos hechos, aunque vengan, no solo de las Islas Canarias, de cualquier lugar de dónde proceda el prójimo, dando la espalda a la rectitud y buena gobernanza.
Hecho este, que debería de exigírseles a quienes ostenta nuestra representatividad a través de las urnas, aunque hayan sido los partidos políticos quienes les dieron la posibilidad de formar parte de sus listas políticas electorales y representarnos, no solamente a sus electores, que no se conocen, sino al conjunto integral de la sociedad española, sobre todo porque los inmigrantes no están obligados a permanecer en los centros y pueden circular libremente por el territorio nacional, decidiendo muchos utilizar sus propias redes de apoyo familiares y en ocasiones su destino final es otro país europeo.
Tampoco se puede tachar con palabrería hueca de xenófobos o racistas como ha expresado el Ministerio de Interior en funciones a quienes se oponen con protestas, con discreción y sensibilidad, a esta descoordinación gubernamental y desleales con los Ayuntamientos, que en sus pueblos o ciudades se llenen de inmigrantes, porque el miedo a lo desconocido es algo también propio e inherente al ser humano, al miedo que no se integren al tener los inmigrantes un modelo de vida, una cosmovisión diferente, a la vista de todo cuanto está sucediendo actualmente en el mundo con la exigencia de algunos países de islamizar con imágenes fundamentalistas todo el orbe, fagotizando nuestra tradición exegética judeo-cristiana con imposición de la ley Sharia. Paz y Bien.