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El fuego y la gente pequeña

Por Moises Palmero Aranda
martes 16 de julio de 2019, 08:06h

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El humo que coronaba la Sierra de Gádor este fin de semana ha dado lugar a muchas tertulias a la orilla de la playa, en los paseos marítimos, en las redes sociales. Todos, y no hay que tener una sensibilidad especial por la naturaleza, sabemos las consecuencias ambientales que producen estas catástrofes, porque conocemos la importancia de las plantas para limpiar la atmosfera, para evitar riadas, para generar vida a su alrededor, para atraer la lluvia y recargar nuestros acuíferos.

Estoy seguro que en cada una de esas conversaciones se han escuchado lamentaciones por la sequedad del terreno, por las consecuencias ya visibles del cambio climático, por la falta de conciencia de la sociedad para intentar implantar las urgentes soluciones que nos den un poco de esperanza, por las inexistentes políticas para reforestar las sierras. En muchas de ellas se habrá señalado como culpables a las administraciones por falta de iniciativa, a los insensatos que provocan estás catástrofes, al ritmo de vida que llevamos y que nos hace acordarnos de Santa Bárbara solo cuando truena.A mí el humo me trajo a la memoria la mítica y legendaria frase de Eduardo Galeano que nos invita a la acción: Gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo.

Y si me acordé de él fue porque durante este último año mucha gente pequeña ha hecho cosas pequeñas en esa Sierra de Gádor, y quizás, cuando han sabido que estaba ardiendo, se han sentido desmoralizados, aunque, estoy convencido, que el desaliento les ha durado muy poco y ya estarán diseñando próximas acciones.A mi mente vinieron los alumnos del CEIP Federico García Lorca de las Cabañuelas de Vicar que durante todo el año han estado buscando apoyos y colaboradores para continuar un precioso proyecto que tiene como objetivo reforestar la Sierra de Gádor para recargar los acuíferos del poniente, que tanto nos han dado y tan deteriorados tenemos. Plantaron unos cien árboles, lanzaron bombas de semillas, participaron en programas de radio, dieron una charla en la Universidad, involucraron a cooperativas, casas de semillas, ayuntamientos y muchos particulares.

Me gustaría decirles que el fuego no llegó a sus árboles, y que ahora más que nunca, no pueden abandonar el proyecto. Necesitamos de su ilusión, de su impulso, de su poder de convocatoria para ponernos manos a la obra.Me acordé de los más de treinta universitarios que con el Proyecto Ecocampus fueron en el mes de Noviembre a plantar unos doscientos árboles, impulsados y alentados por la iniciativa que antes comentábamos. Me acordé de los compañeros del Grupo Ecologista Andarax, que durante las fiestas de Navidad enterraron cinco mil bellotas con la ilusión de que brotasen. Tres visitas hicieron a la Sierra, acompañados de todo el que quiso acompañarlos, para llevar a cabo la acción. A ellos, el fuego no conseguirá doblegarlos y seguirán haciendo cosas pequeñas como lo han hecho en los últimos treinta años.Me acordé de los ornitólogos aficionados que se levantaban a las cuatro de la mañana para comprobar el estado de la población de la Alondra Ricotí, un ave rarísima de ver, porque salta más que vuela, porque es uno de los paseriformes más amenazado de toda Europa, porque posee un comportamiento muy esquivo y, que desgraciadamente con el fuego, ha perdido uno de esos pocos reductos donde aún podíamos verla.Me acordé de todos ellos, de sus titánicos esfuerzos para sacar sus pequeñas acciones adelante, del tiempo empleado, de los recursos invertidos, de su fuerza de voluntad, de su pasión, de su convencimiento, de su constante ejemplo. Me acordé de ellos y de tanta gente pequeña que continúan haciendo cada día cosas pequeñas.

De los cuentacuentos que durante todo el año hablan de los incendios forestales y de las basuras en el mar; de los que se organizan para vigilar las playas ante una posible nidificación de tortuga boba; de los que salen a navegar para mostrarle a todo el que quiera escucharlos que el lugar de los cetáceos es el mar; de los que organizan limpiezas de playas, de espacios protegidos, semanas de la Posidonia, itinerarios por Punta Entinas Sabinar…De cada uno me acordé, porque por desgracia son muy pocos. Necesitamos más gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, porque lamentarse no es la solución, hay que pasar a la acción, poner nuestro granito de arena para conservar lo que tenemos, que es mucho y no lo valoramos.


Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.