El grifo de Almería, hasta ahora conocido como grifo de Pisa, es una de esas historias que me ha sorprendido. Para ser sincero, desconocía por completo la trayectoria de esta escultura de bronce medieval, forjada en la época islámica y que, según cuentan, fue saqueada allá por el siglo XI de Almería. Imagínate: una pieza que forma parte de nuestra identidad ahora se exhibe en un museo de Pisa... y no es el único patrimonio histórico-artístico que anda por esos mundos.
Resulta que gracias a una moción del grupo municipal de Podemos en el Ayuntamiento de Almería, se ha puesto sobre la mesa la petición de reclamar esta obra para devolverla a su “habitat natural”, que sería entre nosotros. Aunque hoy en día se la conozca popularmente como el grifo de Pisa, mi sorpresa fue mayúscula al saber que, en un principio, se la vinculaba directamente con nuestra tierra. Personalmente, agradezco que esta propuesta haya venido a animarme a conocer de cerca este tesoro: una escultura que, a pesar de su misterioso pasado, nos habla de un legado cultural que abarca tanto la época musulmana como la cristiana en Almería.
Aquí es donde la cosa se pone interesante y, por qué no, algo contradictoria. Por un lado, tenemos al portavoz de Podemos, quien defiende con pasión la idea de que aquello que forma parte de nuestra identidad cultural debe permanecer o, al menos, regresar a su origen. Y es que, ¿acaso no es lógico reclamar la devolución de una obra que, de alguna forma, fue arrancada de nuestra historia?
Pero no todos comparten ese sentir. El portavoz de Vox, con una retórica que raya la metalidad colonial, argumenta sin decirlo explícitamente, que el hecho de que la figura se remonte a la época andalusí la sitúa fuera de la historia “almeriense”. Decía que a la izquierda le gusta lo islámico y por eso hacía esta petición, pero es falso (lo uno y lo otros), porque Adelante Andalucía pidió que se devolviera el patio del castillo de Velez Rubio, la dama de Baza o la lex Malacitana... y PP, y Vox votaron en contra.
Pero es más, Ginés Valera, tan aficionado él a rebuscar en archivos y mirar dos veces lo que nos rodea, me manda una foto de grifos esculpidos en la basílica del Cristo de la Escucha... en fin, que eso demuestra la evidencia, y es que no se reclama por islámico (que no lo es) sino por andalusí, o si lo prefieren, simplemente por almeriense, de cualquier época y condición.
Según el concejal de Vox, la cifra de visitas en Pisa (2 millones al año, según cuenta) es justificación suficiente para que siga allí, y que cambiarla de escenario no tendría ningún sentido. Esta comparación, a mi parecer, no hace más que evidenciar lo absurdo del debate: ¿acaso una pieza de patrimonio cultural se reduce solo a números de visitantes? ¿qué le hace pensar que los 200.000 visitantes de la Alcazaba no acabarían siendo 400.000 si exhibiera el grifo?
Y no termina ahí. La polémica se amplía al recordar que esta petición de devolución no es un caso aislado. En el Parlamento andaluz, Adelante Andalucía llevó una moción similar para gestionar la devolución de otros bienes culturales, como el patio del castillo de Vélez Rubio, que fue rechazado por todos los grupos menos Por Andalucía (donde se integra Podemos, pero no fueron los proponentes). El Partido Popular, tras haber votado en contra de la propuesta anterior, ahora se muestra dispuesto a investigar la posible vinculación del grifo con Almería como paso previo a pedir la devolución si es el caso, aunque seamos sinceros: ¿quién se encargará de comprobar de forma objetiva un vínculo que hasta ahora sigue en una especie de nebulosa?
Lo más llamativo de este debate es cómo se entremezclan las buenas intenciones con posturas contradictorias y, en ocasiones, de doble discurso. Por un lado, se aplaude la posibilidad de recuperar una parte del patrimonio expoliado —ese pedacito de identidad que, pese a haber sido saqueado, sigue resonando en nuestra historia— y, por otro, se desestima cualquier reivindicación basada en una época que, lejos de ser ajena, es parte fundamental de lo que significa ser almeriense.
La historia del grifo de Almería invita a reflexionar sobre la necesidad abundar en el conocimiento de nuestra historia, de reclamar lo que legítimamente nos pertenece, y también a cuestionar las posturas de aquellos que, por intereses políticos o ideológicos, prefieren un relato que se aleja de nuestra verdadera esencia.