He tenido que esperar a que pasen unos días tras la muerte de la reina británica Isabel II y leer con atención lo publicado y escuchar con no menos interés lo contado, para poder hablar con algo de conocimiento sobre su legado.
La conclusión que he alcanzado es que dicho legado es de aproximadamente 500 millones de euros que serán repartidos sin tributar a la Hacienda británica. Y hasta ahí todo su legado.
Se destacan como grandes logros de su existencia que ha tenido quince primeros ministros, que conoció a siete papas, a once presidentes de los Estados Unidos, que ha realizado 97 visitas de estado y hasta he podido ver en una de sus biografías que, durante su reinado se consiguieron 398 medallas olímpicas.
Es lo que tiene morir a los 96 años de edad. Ese es todo su mérito. De hecho, aunque se ha viralizado la respuesta que da un experto cuando le pregunta una periodista sobre qué podemos esperar del reinado de Carlos III, y contestó “que será más corto que el de su madre”, más allá de que esta obviedad haya generado más de una sonrisa, lo cierto es que es el propio rey quien en su discurso afirma que el reinado de su madre será inigualable, y añade “en duración” entre otras cosas.
Cualquier persona que tenga 96 años ha visto, desde su situación vital, lo mismo que Isabel II. Su único mérito, insisto, es la edad. Conocer tantos presidentes y primeros ministros es fruto de una cosa que se llama democracia, es decir, que la gente vota y cambia a sus gobernantes regularmente. Ya está.
Desde que a los reyes no se les exige que conquisten territorios a caballo, o que defiendan el que tienen a espada, pero sobre todo, desde que no son ellos quienes hacen las leyes ni los encargados de imponerlas a los súbditos, son las personas y familias que mejor viven sobre la tierra, y por eso procuran morirse tan viejos, porque saben que si hay un más allá, no será ni remotamente tan bueno como el más acá.
Hubo un momento en que los reyes lo tuvieron claro… se reinventaron en monarquías parlamentarias o constitucionales, y así son otros los que asumen todas las responsabilidades, mientras ellos viven calentitos en sus palacios, palacetes, castillos, yates, cotos… y todo a costa del bolsillo de los antaño súbditos, y hoy ciudadanos.
El imperio británico se desmembró, pero ahí siguen ellos, y si Escocia se independiza, ahí seguirán ellos, y si hay matrimonio igualitario, o si hay o no derecho al aborto… ahí siguen ellos, y si se suben los impuestos o se bajan, si hay pena de muerte o no, si la sanidad o la educación privadas se imponen sobre la pública o al revés, si el Reino Unido está o no en la Unión Europea… ahí siguen ellos.
Lo curioso el afán de vasallaje de algunos, como es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, declarando tres días de luto oficial por una jefa de Estado extranjera, o el mimetismo con el que ha actuado el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, declarando un día, y aunque está por ver si estas decisiones están en el ámbito competencial autonómico, llama la atención que se den estos honores a Isabel II al tiempo que se le reclama Gibraltar.
El argumento es que se actúa así por la enorme colonia británica en Andalucía, y no podemos menos que preguntarnos si se hará lo mismo cuando fallezca el sátrapa Mohamed VI, teniendo en cuenta que la colonia marroquí sí que es grande.