El regreso del Capitán Araña
Por
Jose Fernández
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miércoles 02 de septiembre de 2020, 11:32h
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En el florilegio de frases populares de origen nebuloso, siempre me ha llamado la atención la figura del capitán Araña, un navegante español que a mediados del S.XVIII se dedicaba a reclutar con gran entusiasmo a incautos que fueran a luchar contra las insurrección en las provincias españolas de América, engatusándoles con historias de oro y aventuras, pero que nunca se embarcó con ellos para compartir su incierto destino. La historia, resumida aquí en un breve párrafo, daría para una serie estupenda si el tal Araña (que en realidad se llamaba Aranha, pero que por su origen portugués pronunciaba su apellido como si fuera un arácnido) hubiera sido inglés, pero no quiero desviarme en cinematografías, porque de lo que quiero hablar es de los que siguen practicando el universal estrategia del embarque.
El pasado mes de julio, el capitán Sánchez nos animó a disfrutar del verano con alegría, anunciando que ya se había ganado la batalla al virus, presumiendo de “tener controlada la pandemia” y recomendando que no nos dejásemos “atenazar por el miedo”. La escenificación de la victoria llegó al extremo delirante de hacerse aplaudir por todos los ministros en plan club de fans de David Bisbal y generar un escenario postpandémico de escaños abarrotados para vitorear a Su Excelencia como vencedor del virus. Esto que digo no son opiniones, sino el relato de unos hechos que todos ustedes pudieron seguir semanas atrás en todos los medios informativos.
Pues bien, ahora que la magnitud del rebrote hace razonable pensar que cuando se estaban produciendo todos estos autohomenajes había datos que podrían estar avisando de esta segunda ola veraniega, nuestro desvergonzado presidente, que ha sido el gobernante europeo con más días de holganza en mitad de la recrecida, ha regresado con la tez bronceada por el sol del palacete del Emérito y la cara aún más dura, si ello fuera posible. Según este sujeto, el aumento de los casos en esta inesperada sorpresa veraniega se debe a la relajación de la ciudadanía. Es decir, que la culpa no es suya de él, sino suya de usted que me está leyendo. O de las comunidades autónomas. O del maestro armero. O de mi prima la coja. De cualquiera menos de Su Pedridad.
Y aunque a diferencia de la mayoría de gente que escriba en redes, yo no soy un virólogo experto en pandemias, digo yo que el presidente del gobierno del país que encabeza las cifras de mortalidad por habitantes (ya casi nadie discute la cifra aproximada de 50.000 víctimas) y en donde la pandemia va a provocar más daños económicos entre las familias y las empresas (el futuro está de un color aún más negro que el carbón que alimentaba los fogones de Antonio Molina) algo tendrá que ver en ello, digo yo. Pero no. El Dr. Fraude vive en la burbuja de su propio relato y sólo está pendiente de los gestos, de las frases y los lemas. El último (por el momento, el más reciente) ha sido forzar a las grandes empresas a acompañarle en una foto promocional y decirles -esto es real- que la pandemia nos ha permitido comprobar que “todos formamos parte de una misma humanidad.” ¿Y cuántas humanidades había antes de la pandemia? En fin. Desde que el inefable Zapatero, germen y raíz de todo este desparrame, verbalizase solemnemente aquello de que “la Tierra no es de nadie, salvo del viento”, no había escuchado una gilipollez más grande. A veces tengo la sensación que nuestro presidente basa su gestión de gobierno en las frases que encuentra al desayunar en los sobrecillos del azúcar. Poco nos pasa.
Periodista.Asesor de Prensa en el Ayuntamiento de Almería.
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