Al día de la fecha, no he ido al Valle los Caídos, no creo que vaya a ir, el tiempo es inexorable, pero ello no me hacer ser impasible ante las circunstancias actuales de exhortar a declarar este símbolo monacal de gran importancia espiritual para la cristiandad como Bien de Interés Cultural – BIC-. No se sí es la Comunidad Autónoma de Madrid o la propia Administración del Estado los que deben de tener interés institucional en declarar el Valle de los Caídos como BIC, que permitiría una protección especial de la cruz y su entorno cívico-religioso.
Uno de los primeros hechos que me acercaron a este monumento funerario, fue la lectura del libro realizado en 1963 por el escritor y poeta almeriense, Julio Alfredo Egea, denominado “Valle de todos”, en el que aborda, desde su respectivo punto de vista, la realidad española como ente problemático, como identidad colectiva construida a lo largo del tiempo, y como realidad social que necesita una recomposición moral tras el trauma de la guerra y sus consecuencias.
En “Valle de todos”, la poesía de Julio Alfredo Egea vuelve a plegarse al tema elegido y recrea el ambiente clasicista del motivo inspirador. Crea, por este camino, un libro diferente, que solamente en la parte final, la de poemas en versículos, es identificable los temas recurrentes en su obra. Hace un tratamiento del tema motivo de inspiración y se aborda desde el rigor y una percepción histórica y artística muy ajustada, de modo que los elementos estéticos del conjunto monumental se reflejan con gran realismo y veracidad en el texto poético.
Julio Alfredo Egea, única persona que ha pregonado tres veces la Semana Santa de la capital de Almería, desde la honradez y la independencia, escribió un libro sobre el tema de España, con nula presencia de la exaltación belicista y en un momento en el que se comenzaba a mostrar ciertos signos de agotamiento institucional, tratando de hacer ver a sus lectores, que el Valle de los Caídos es la plasmación de los valores espirituales y nacionales en los cuales creía firmemente. La religión, la paz, el amor, el desterramiento del odio, la reconciliación tras la guerra civil y la construcción nacional como necesaria obra de todos.
El monumento a los caídos sirve de inspiración para escribir este libro en 1963, hace 62 años, que reclama la reconciliación nacional después de la guerra incivil y la llegada de la verdadera paz para España. El libro, por tanto, aborda principalmente el problema de la convivencia nacional, más en estos momentos de tribulaciones independentistas y secesionistas, tras la aprobación de la Ley de Amnistía que traerá el referéndum sobre la autodeterminación.
Así, en “Valle de todos” con una poética equilibrada, de honda armonía, los caídos son nombrados repetidamente como “el polvo de España” (soneto 9, soneto 19, “Oración para pedir la paz”) y se cita “tierra de España alzada” (soneto 3), el corazón de España (soneto 4, soneto 7) campos de España (soneto 5), “la España rota y derrumbada” (soneto 8), “la España andante” (soneto 10), “el dolor de España” (soneto 12) “Pilar de España” (soneto 14) madres de España (soneto 16) “el hueso triturado de España” (“Oración”), “caídos sin Dios y sin España” (“Segunda oración”) o “el dolor y la alegría de España” (“Llaga y muerte fue amor en Ti...”).
Cuelgamuros
LA primavera por el valle avanza,
empujando al laurel, subiendo al pino.
La seda de la rosa abre camino.
Se parte el cielo en cruz y en esperanza.
Hay que hundir en el polvo cualquier lanza,
hermanarse al aroma, darse al trino;
llegar castos, desnudos, al destino
donde la piedra llora en su templanza.
Grito de piedra, llanto derramado
y recogido en alas de querubes.
No vale decir guerra ni victoria.
Oración de granito incorporado.
España en cruz limita con las nubes.
Cuelgamuros. Cuelgaalmas. Cuelgagloria.
Se hace necesario, que el “Valle de los Caídos” se declaré por la autoridad competente en la materia como Bien de Interés Cultural, lo que conllevaría una protección especial de la cruz y su entorno; protección con la que actualmente no cuenta a pesar de su destacado valor arquitectónico, y forzaría su adecuado mantenimiento, cuestión esta crucial ante obras inacabadas, goteras y humedades, bóvedas a medio derruir… Por no hablar de los cortes de agua y luz que afectan ocasionalmente a los monjes benedictinos y alojados en la hospedería.
Es incompresible, sin embargo, que la antigua fábrica de leche Clesa si sea declarada BIC y el Valle de los Caídos por motivos de irracionalidad política y sesgos historiográficos, sigan sin otorgarle esta distinción, cuando diferentes expertos han avalado su valor arquitectónico, artístico y cultural, dejando que el emplazamiento muera y pierda valor a ojos de los turistas y creyentes ante el mayor símbolo apostólico de la Redención del género humano. ¿Ésta es la imagen que queremos transmitirle al resto del mundo? Paz y Bien.