Las 39ª Jornadas de Teatro del Siglo de Oro, enmarcadas en la programación trimestral de primavera puesta en marcha y coordinada desde el Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería, siguen su curso después del triunfante inicio el pasado viernes con el gran pasacalles y la brillante ‘La Discreta Enamorada’ en el Auditorio Municipal Maestro Padilla y, anoche, fue el turno de trasladar su viveza y vigencia a las tablas del Teatro Apolo. Y lo hizo con un ‘viejo conocido’ del ciclo, David García-Intriago, cabeza visible de La Líquida Teatro, que tras triunfar en ediciones anteriores con su quijotesca ‘Hambre’ hizo lo propio con ‘Ellas de oro’.
Una obra en la que ensalza y homenajea el papel de la mujer en tiempos del Siglo de Oro, tanto aquellas que pese a acusaciones y señalamientos de libertinaje se subían a los escenarios, mientras que en Francia o Inglaterra estaba vetado, como las que asistían al corral de comedias para situarse en la zona reservada para ellas, ‘la cazuela’, donde tenían sus propios códigos de lenguaje. Todas buscando luz y cultura en tiempos en los que el pensamiento crítico y libre estaba vetado para las mujeres.
Con la interacción y energía desbordante que le caracteriza en espectáculos anteriores, García-Intriago realiza un repaso por la temática con una estructura similar a la de ‘Hambre’. Pasajes de obras reales de Lope de Vega, monólogos, fragmentos, referencias a textos como ‘La sopa boba’, ‘Fuenteovejuna’, ‘La discreta enamorada’, con alusiones al honor, la rebelión contra la sumisión o la inclusión de la mujer en el sistema educativo.
Todo ello acompañado por interludios instrumentales de violín, a cargo de Alegría Sánchez, que evocó desde pasajes clásicos a otras referencias contemporáneas como el ‘Zombie’ de The Cranberries, ‘Fiesta Pagana’ de Mägo de Oz, Adele o ‘All the Things She Said’ del dúo ruso Tatu.
El actor maneja con maestría la suerte de la improvisación, más o menos ‘salvaje’ en función de la conexión y participación del interlocutor elegido, pero también brilla en la intensidad de la declamación más sentida, como demostró una vez más en el monólogo de la pastora Marcela en el Quijote, vilipendiada por simplemente querer ser libre e independiente y sin estar sujeta al amor de un hombre.
Tampoco faltó una cita a las grandes pioneras de la escena, desde ‘la Calderona’ a ‘la Balseria’, ‘la Baltasara’, ‘la Milanesa’…. Nombres que figuraban en el chaleco final de García-Intriago, que hizo honor a todas esas ‘Ellas de oro’.