Cuando el 4 de diciembre de 1977 en torno a un millón y medio de andaluces salió a la calle en las capitales de provincia para reclamar la autonomía plena, aún quedaban 34 años para que Carlota Nieme viera la luz. Susana Ojeda, entonces una niña de casi cinco años, sí estuvo entre la multitud que pobló las calles del centro de Sevilla movida por una aspiración común. También Antonia Zaida participó en la capital andaluza en aquella movilización acompañada por su marido, su madre, tres hijas pequeñas y otros miembros de su familia; a sus 29 años, tenía claro que Andalucía, “tan grande, tenía que tener voz”.
La Andalucía en la que hoy viven Carlota, Susana y Antonia dista en muchos aspectos de aquella que se hizo oír primero en las calles y después, el 28 de febrero de 1980, en las urnas. La llegada de la democracia ya estaba siendo testigo de algunos cambios en la vida de la mujer en Andalucía, unos pasos que, con el tiempo, se han traducido en transformaciones mucho más perceptibles.
En estas más de cuatro décadas, la comunidad ha pasado de 6.410.209 a 8.464.411 habitantes. Hoy, de este total, 4.293.806 son mujeres. La edad media de la población femenina ha ascendido en este tiempo de 33,21 a 43,25 años. En 1980, las mujeres tenían su primer hijo a una edad de 24,6 frente a los 30,4 de 2019; el número medio de hijos por mujer ha descendido de 2,72 a 1,30. También han variado los indicadores económicos: en 1980, la denominada ‘tasa de actividad’ de este sector de población (mujeres activas por cada 100 de 16 años o más) se situaba en un 20,22; en 2020 lo era del 48,63.
Pero, más allá de la mera relación de datos estadísticos, la Andalucía que hoy estrenan los ojos de Carlota y que siguen observando los de Susana y Antonia ofrece algunos rasgos que la diferencian en muchos aspectos de la de las últimas décadas del siglo XX.
Carlota: “Andalucía es un buen sitio para vivir”
La Andalucía de Carlota Nieme (2011), residente en Ronda (Málaga), es una tierra “bonita, con mucho color verde, un buen sitio para vivir”. A sus diez años no conoce trabas que le impidan soñar con un futuro para cambiar el mundo o reflejarlo a su manera –“quiero ser directora de la ONU o directora de cine”- y niega con contundencia que existan profesiones a las que no pueda aspirar por el hecho de ser mujer.
Si piensa en Andalucía, su cabeza evoca las “playas, Málaga y Sevilla”, ciudad esta última donde nació, aunque tampoco es ajena a actividades agrícolas, a vides y otoños de vendimia, un mundo que siente cercano por la actividad profesional de sus padres, dedicados a la enología.
Nacida tres décadas después de la consecución de la autonomía plena, los 28F de Carlota no hablan de movilizaciones ni papeletas. Sus días de Andalucía son fiestas para celebrar, recuerdos recientes cantando el himno, un dibujo de la bandera que decoró los pasillos del colegio o una redacción escolar recreando la región con palabras.
Música y creatividad que también marcarán su 28 de febrero de este año: “En el colegio nos han preguntado si queremos apuntarnos a sevillanas, a cantar o a hacer dibujos por el Día de Andalucía”.
Susana: “Siempre que escucho el Himno de Andalucía en un colegio me emociono”
La niña que fue Susana Ojeda (1973) transitó por unos años 80 marcados por el orgullo andaluz y la pertenencia a esta tierra. “Tengo muy vivos recuerdos de esa época colocando la bandera de Andalucía en el balcón con mi familia y mis vecinos”, rememora.
El sentimiento andalucista impregnaba muchos rincones de su hogar hasta el punto de que, aun en la actualidad, evocar esos años está muy ligado a la autonomía andaluza. “Teníamos un ejemplar del Estatuto de Autonomía y una copia del himno de Andalucía, que recuerdo cantar con mi padre; además, en mi casa se escuchaba todo el día copla y flamenco, y eso creó siempre entre nosotros un profundo sentimiento andaluz”, explica Susana, hoy maestra de Educación Física y jefa de estudios en el CEIP Jacarandá, de Sevilla.
Susana fue, junto a sus padres y su hermano, parte de esa multitud que el 4 de diciembre de 1977 llenó las calles para demandar la autonomía. “Tengo grabada la imagen de la esquina exacta en la que nos colocamos aquel día”, asegura. Una conciencia que, en su caso, está siempre íntimamente vinculada a la música: “Para mí, el Día de Andalucía de aquellos años está unido a la ‘velá’ de mi barrio, al escenario, a las sevillanas sonando… asocio el balcón de mi casa a Andalucía”.
Con el paso del tiempo, su primer trabajo como maestra marcó otro de sus momentos más intensos relacionados con el 28F. “En el colegio donde realicé mis primeras prácticas se celebró un acto y al escuchar el himno, lloré. Todavía me emociono siempre que escucho el Himno de Andalucía en un colegio”, afirma.
Entre la comunidad que vio en su niñez y la que vive ahora, intenta establecer vínculos aprovechando su profesión de maestra. “Todos los meses de febrero trabajo los juegos populares y tradicionales, me gusta inculcárselos a los alumnos”, declara Susana, que observa que la desaparición de estos juegos en la calle ha traído consigo, sin embargo, el fin de muchos prejuicios relacionados con ellos. “No los han aprendido fuera, sino en clase de Educación Física, en colegios mixtos, y eso supone que para ellos no existan juegos de niños y juegos de niñas”, precisa.
Tampoco observa limitaciones en otras actividades: “Mi hija Candela, por ejemplo, juega al fútbol desde segundo de Primaria y ya ha pasado por todas las categorías; empezó haciendo gimnasia, que compaginó con el fútbol, pero finalmente se quedó con lo segundo”.
Hacia el exterior, sus orígenes son una de sus señas de identidad siempre que sale de Andalucía. “Todos los veranos voy a Asturias, allí me siento como en casa, pero cuando me preguntan de dónde soy se me llena la boca diciendo que soy sevillana y andaluza”.
Antonia: “Teníamos claro que Andalucía, tan grande, tenía que tener voz”
Antonia Zaida (1948) recorrió el camino de Andalucía hacia la autonomía acompañada por su marido, su madre y sus tres hijas mayores. Con todos ellos acudió a la manifestación del 4 de diciembre de 1977 y, desde entonces, recuerda siempre haber colgado la bandera de Andalucía en la ventana de su casa, primero en Sevilla, donde nació y ha vivido la mayor parte de su vida, y después en Rota (Cádiz), donde reside actualmente. También acudió a dar el ‘sí’ en el referéndum celebrado el 28 de febrero de 1980. “Teníamos claro que Andalucía, con lo grande que es, tenía que tener voz”, explica.
Igualmente, su marido y ella fueron asistentes asiduos cada año al homenaje a Blas Infante en el cortijo de la Gota de Leche, en Sevilla, lugar en el que fue fusilado en la madrugada del 10 de agosto de 1936. Aquí coincidieron en numerosas ocasiones con las hijas del Padre de la Patria Andaluza. Asimismo, tuvieron una relación cercana con el presidente preautonómico, Plácido Fernández-Viagas.
La historia de Antonia y su marido, Luis, ya fallecido, es la de aquellos andaluces que han contribuido a engrandecer la comunidad desde su compromiso con el trabajo. “Era empresario de una fábrica de muebles y siempre fue un defensor de los trabajadores. Quería una Andalucía diferente”, destaca.
Ella, costurera de profesión, abandonó su oficio al casarse, aunque siguió practicándolo en el ámbito doméstico; además, llevaba la contabilidad de la empresa de su marido y nunca dejó de moverse. “Siempre he sido muy guerrillera”, asegura, una actitud que ha querido inculcar a sus cuatro hijas y a sus cinco nietos.
Entre la Andalucía de su infancia y la actual observa una enorme evolución –“ha cambiado muchísimo, para mejor, y aún más para la mujer”- y reivindica la independencia económica como una de las principales aspiraciones para ellas. “Que nunca tengan que depender de un hombre”, defiende.
Pensar en Andalucía es, para Antonia, pensar en sus tradiciones: “Me gustan todas, la Semana Santa, el Rocío, las ferias, el Corpus…”, declara, al tiempo que expresa toda una filosofía de vida: “A mis hijas, cuando se vestían de flamenca o de mantilla, les decía siempre que llevaran la cabeza alta, para arriba, aunque te duelan los pies”.