Pues sí, me duele el resultado de Vox en la ciudad de El Ejido, y me duele más porque la siento como propia, pero doler, lo que se dice doler, me duele que una organización así logre 12 escaños en el Parlamento de Andalucía, el mismo que quieren destruir… porque El Ejido no es ni mejor ni peor que otros municipios andaluces, ni Almería es diferente al resto de nuestra Comunidad.
Y lo que me indigna son las mentiras cargadas de tópicos que se están escupiendo contra El Ejido y sus gentes, gentes de más de cien naciones distintas que conviven cada día en el trabajo, en el colegio, en el mercado, en el banco, en los parques… y con un 30% de inmigración, este pueblo no presenta un nivel de delincuencia superior al de otros lugares con menos extranjeros, contraviniendo de raíz lo que sostiene de Vox.
Pero es intolerable que Antonio Ferreras diga en su programa “Al rojo vivo” que en los invernaderos ejidenses poco menos que el aire es venenoso por los productos que se utilizan, cuando eso es radicalmente falso porque no esa la agricultura que se hace ni ahí ni en el resto de Almería. Seguramente no ha oído hablar en su vida de la “lucha biológica” o como aquí se le llama, de los “bichos”, para evitar plagas, para polinizar… todo cada vez más natural, con ausencia de químicos, como está internacionalmente certificado.
Es inaudito que Cristina Almeida –sí, la que dijo sentirse emocionada cuando escucha el himno de Andalucía, sí… ese de “aceituneros altivos”- suelte que los agricultores de El Ejido y sus hijos no se agachan ni a coger un tomate, y que los inmigrantes están prácticamente en régimen de esclavitud. Es falso también, porque si algo ha hecho grande a El Ejido es que en los plásticos se mete la familia entera, y sí, cuando las cosas prosperaron, a los hijos se les pudo poner a estudiar carreras universitarias, contratando mano de obra, la que había y la que hay, que allí no se escoge tener trabajadores extranjeros, sencillamente se contrata a quien está disponible.
Recientemente UGT y CCOO, en el marco de la negociación que mantienen, denunciaban irregularidades en la contratación en el sector agrícola y de manipulado, pero afecta todos, independientemente de su raza, religión o nacionalidad.
Pero el colmo lo ha puesto el escritor Julio Llamazares, cuando publicaba una columna poniendo en entredicho el nivel cultural de El Ejido y sus habitantes. Decía que no había ni una librería, cuando basta pasear por sus calles para encontrar una docena (El Corte Inglés está en pleno centro, y en Carrefour hay otra, por mencionar solo grandes superficies), o encontrar su media docena de bibliotecas y salas de lectura con unas 5.000 visitas diarias y un fondo de 79.000 títulos, o disfrutar de excelente –y longevo- Festival de Teatro, en el que tantos grandes artistas han estado, escogido por tantos para hacer sus estrenos mundiales.
El Ejido tampoco se merece que ahora se le echen en cara los injustificables sucesos de hace casi dos décadas. Y cabría, en todo caso preguntarse, si la izquierda que ha gobernado el Estado y Andalucía, han hecho algo para evitar que pueda volver a repetirse... o si han sido los propios habitantes -los del 70% y los del 30%- los que llevan poniendo todo de su parte para pasar página.
Que las paparruchas de Vox hayan encontrado acogida en 395.000 andaluces –de los que solo 7.000 son ejidenses- merece un análisis más profundo, más serio y riguroso, que de ninguna manera acabará siendo contrarrestado por la fabricación de fake news contra ellos por una pandilla de desinformados con tribuna.