La humanidad, como en una película americana con las que nos han adoctrinado, vuelve a debatirse entre el bien y el mal, pero esta vez no tenemos muy claro que, ganando ellos, gane la paz y su liderazgo signifique “nosotros”, como hasta ahora hemos querido creer.
Siempre dudé de ellos, de sus palabras, valores, principios y paternalistas consejos. Soy del yanqui go home, bases fuera y no a la OTAN, porque no es un acuerdo entre iguales, es una relación de vasallaje, agradecidos por contribuir al final de la II Guerra Mundial y salvarnos del temible comunismo.
Trump ha dinamitado la frágil Paz Mundial, porque su poder, su posición de líder económico, se tambalea y se ha puesto en entredicho. Si tiene que elegir entre la paz y el capital, se queda con el capital, y si tiene que desprenderse del lastre de la caduca, obsoleta y vieja Europa y aliarse con asesinos, terroristas y fascistas que le rinden pleitesía, adorándolo cual Gurú, capo o cacique, lo hará. No tiene escrúpulos, ni ideales, ni principios, salvo el poder del beneficio económico.
Es duro escuchar las soluciones para acabar con las guerras de Gaza y Ucrania; las amenazas de desatar la muerte contra quien no le haga caso; los pactos unilaterales con los invasores y asesinos; los proyectos de reconstrucción para forrarse y quedarse con las tierras raras; advirtiendo con anexionar Groenlandia y Canadá o cambiar el nombre al golfo de México; humillando a Zelenski en la Casa Blanca, mentando la tercera guerra mundial; persiguiendo y expulsando a los inmigrantes pobres y regalando papeles gratis a los ricos e imponiendo aranceles para someter a China y a sus competidores.
Decisiones imperialistas con graves consecuencias. Europa ha decidido por unanimidad rearmarse, salvo Orbán, el impulsor del movimiento fascista capitalista Patriots aliado de los matones y secuaces de Trump. Gastarán, lo llaman invertir, 800.000 millones de euros en crear un ejército europeo. Se acabaron las políticas ambientales, la Agenda 2030, la igualdad y los planes económicos, porque la amenaza rusa es más real que nunca con el apoyo de los americanos.
Noticias que van y vienen, que se mezclan con declaraciones, acusaciones cruzadas y miedos reales ante el crecimiento del fascismo, de la fuerza bruta por encima de la cordura y del entendimiento, y que han servido para convencer a la ciudadanía de que hay que tomar como principio la máxima latina del escritor romano Vegecio: Si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Ante esta tensa y preocupante situación, me muevo en la dualidad. A Europa le viene bien independizarse del sometimiento de los EE.UU. Necesitamos repensar la Unión Europea, fortalecer nuestra industria, nuestra economía y proyecto en común. Pero no me gustan los ejércitos, ni las armas, ni la apuesta por crear un conflicto que pueda desembocar en una guerra nuclear. A ningún dirigente se le pasará esto por la cabeza, pero las ojivas nucleares, sean disuasorias o no, están ahí; nadie se ha deshecho de ellas.
Entre todas esas declaraciones y posturas enfrentadas, la más razonable es la de China, que responde a las acusaciones de Trump de subir los aranceles a sus productos por introducir el fentanilo en los EE.UU, aclarando que si quieren guerra comercial la tendrán, pero a su vez, pidiendo calma, colaboración y una apuesta por los acuerdos de paz que pongan fin al conflicto de Ucrania, que ha trastocado la estabilidad mundial, donde no hay ganadores y sí muchos perdedores, porque en la guerra perdemos todos.
El ministro chino de Exteriores, ha acusado a Trump de “responder al bien con el mal”, lo que me ha hecho recordar esa discusión eterna del ser humano sobre si somos buenos o malos por naturaleza, o si son las sociedades las que nos corrompen o apaciguan nuestros instintos, o si dependen del sujeto y las circunstancias que le rodean.
También he recordado la famosa Pax romana, el periodo de estabilidad que vivió el imperio romano y que le permitió alcanzar su máximo desarrollo. Según los historiadores, coincidió con la Pax Sinica en el este de Asia, lo que favoreció el comercio y los viajes de larga distancia entre los dos grandes imperios. Hasta que las guerras y los conflictos, lo echaron todo a perder.
Quizá la solución, aprovechando la estela del 8M, sea que en estas cumbres haya más mujeres, porque en la de Unión Europea había tres por 24 hombres, o que los globos de corazones de Banksy vuelen más alto que los satélites de Musk o, tirando de ironía y poniéndonos cinematográficos como les gusta a ellos, que el Papa Francisco se recupere y consiga contraatacar a las fuerzas del mal que se han desarrollado en su ausencia. En fin, ¡no a las guerras!