Es curioso observar cómo aquellos que critican el globalismo se reúnen para promover una organización internacional -global- que defienda sus ideas. Esta paradoja no solo pone en evidencia la falta de coherencia ideológica en los extremismos, sino que también resalta la complejidad de los intereses que se anteponen en este debate.
Por un lado, el partido acaudillado por Santiago Abascal, VOX, se autoproclama como defensor de un patriotismo que a fuer tanto usarlo deviene en patrioterismo. Sin embargo, los mismos que se reúnen bajo esta bandera, muestran un fuerte apoyo a figuras internacionales como Donald Trump, cuyas políticas sancionadoras pueden afectar negativamente a países como España. Este apoyo incondicional a Trump refleja una contradicción: critican el globalismo mientras buscan una entente globalista, y ni tan siquiera liderada por Europa, sino por los Estados Unidos, ante quien se muestran como súbditos incondicionales, hasta extremos que dan vergüenza ajena, avalando medidas que perjudican a su propio país en favor de intereses ajenos.
Por ejemplo, les parece bien la expulsión de inmigrantes irregulares de los EEUU, y que sean devueltos a regímenes dictatoriales como Cuba o Venezuela, ¡y Corina Machado también lo aplaude! ¡y Maduro también! ¿Algo falla, no?
La esencia del problema no radica en el globalismo en sí, sino en lo que cada tipo de globalismo defiende. Los colegas de VOX anteponen su ideología a los intereses económicos y sociales de sus respectivos países, sacrificando el bienestar nacional en pos de principios ideológicos, una postura que no difiere mucho de la extrema izquierda, donde también se prioriza la ideología sobre la realidad.
Un ejemplo claro de esta incongruencia se observa en la oposición de estos patrioteros a la libertad de comercio promovida por la Unión Europea. Quieren volver a los inicios de la UE, que originalmente se centraban en la cooperación económica para evitar conflictos bélicos entre naciones. Sin embargo, en la actualidad, se alinean con políticas proteccionistas que contravienen estos principios fundacionales.
El extremo nacionalismo, disfrazado de patriotismo, es el origen de muchos de los grandes problemas políticos. Y es que ser nacionalista no es malo, defender la propia nación no es malo, pero hacerlo contra las demás sí, hacerlo además contra los demás, es decir, contra los propios conciudadanos porque no comparten esa misma idea de "nación", también.
Esta visión miope ignora cómo los intereses de un país pueden afectar directamente a otro. ¿le parecería bien a Abascal que Francia pusiese aranceles a España, o que lo hiciese Alemania, en defensa de los intereses de sus nacionales? Que rápido se les ha olvidado a algunos cuando España ocupaba respecto a la Unión Europea (entonces Comunidad Económica Europea) el lugar que hoy tiene Marruecos, que rápido se le olvida a algunos que esos con los que se sientan a la mesa en Madrid, definían a españoles, portugueses, italianos, y griegos como PIGS (cerdos)... la "escoria" europea frente al supremacismo del norte... ¡la Europa "auténtica"! ¡la Europa aria defendida por sidi Abbas Khalid! (conocido en casa como Abascal).
La coherencia ideológica brilla por su ausencia en los discursos y acciones de este grupo de patrioteros. La defensa de intereses nacionales debe ir de la mano con una visión global que promueva la cooperación y el bienestar común, evitando caer en contradicciones que solo fomentan la división y el conflicto.