Es de primero de asignatura policiaca. Quien se beneficia de un crimen es el mayor sospechoso. Desde hace semanas venimos asistiendo a toda una llamada a que se frene el desarrollo de la inteligencia artificial. Si, esos desarrollos de OpenAI que, desde que se pusieron a disposición del público nos hará la vida más fácil. Sobre todo en el universo de internet, que no es poco. Y los que empezamos a utilizarlo, lo primero que nos dimos cuenta es que ya no necesitábamos al buscador de Google para nuestras consultas. En lugar de encontrarnos con páginas y páginas de enlaces, las primeras pagadas, el navegador de Microsoft, Bing, que había invertido miles de millones en el proyecto y lo ofrecía en su buscador, nos resultaba totalmente más práctico sin le necesidad de ir pinchando enlace por enlace para que nos mostrara el resultado de lo que preguntábamos.
Y claro, si los fundadores del buscador que ha arruinado a la prensa digital, Larry Lawrence Page y Serguéi Brin no apostaron por un Chat de inteligencia artificial es porque su negocio, precisamente, va en dirección opuesta, como bien ha explicado en su boletín diario Enriqeu Dans. De ahí que su Bard, réplica de OpenAI, sea un producto a años luz del que en su día Elon Musk fundó.
Antes he comentado que Google, en mi opinión, ha sido el culpable de que la prensa digital esté en la ruina. Los que ganan millones son las tecnológicas, con el buscador el primero en la lista. Antes, en tiempos de la prensa escrita, en papel, las agencias de publicidad que nos enviaban los reclamos, las páginas, los roba-páginas, los faldones, módulos, se reservaban de un cinco a un quince por ciento de comisión. El resto que pagaba el anunciante iba al medio. A la empresa que pagaba a los periodistas, pagaba el papel, imprimía el producto y lo repartía por los más de treinta mil puntos de venta que existía en toda la geografía nacional. Hoy, el anunciante sigue pagando por su publicidad en los medios, en internet, pero al medio, al que paga al periodista, al que paga el hosting, la tecnología etc, sólo le llega como mucho un quince por ciento. El resto, se lo quedan las agencias. Se lo queda Google. Y claro, Google se ha enriquecido a costa de que millones de medios digitales en todo el mundo suspiren por sus migajas que ofrece la programática. Un invento que obliga a las editoriales digitales a hacer maravillas para que se multipliquen sus visitas con trucos SEO y demás reglas que, además, las imponen los ingenieros del buscador. Si quieres tener presencia y cobrar las migajas, deberás adaptar la redacción de tus informaciones al gusto que marcan los de Google.
Ahora, tras más de veinte años de cuasi monopolio publicitario, Microsoft parece que le ha mojado la oreja a los chicos de Larry Page y puede que asistamos al principio del fin de un negocio publicitario que ha acabado con la libertad de expresión de los medios informativos, a los que mantiene con respiración asistida a base de migajas si te portas bien, si tus noticias no molestan a los que gobiernan y se haces lo que ellos dicen para que aparezcas en alguna parte en las búsquedas.
Puede que, si Google no consigue que se frene el desarrollo de la inteligencia artificial, los que editamos volvamos al origen. Negociar campañas directamente con el anunciante, con el cliente, y que la agencia intermedia se conforme con un pequeño porcentaje. Porque es muy probable que en la programática al medio le llegue apenas un dos por ciento de lo que se gasta el anunciante.
Así que no me extraña que todo el lobby pagado por Google esté detrás de la campaña que pretende frenar el desarrollo de la AI, con mensajes tan apocalípticos como que puede ser el fin de la humanidad…