En enero de 1890 y también este año se cumplen 205 de la llegada del primer alumbrado público a la ciudad
Hace justo 130 años, el 3 de enero de 1890, quedaba oficialmente constituida la primera compañía eléctrica netamente almeriense, y sus dos accionistas eran un médico malagueño y un fotógrafo almeriense, pero no es esa la única efeméride luminosa de la provincia que podría celebrarse en 2020 pon un número casi redondo, ya que han transcurrido 205 años desde que se estrenó el alumbrado público, de un modo rudimentario y provisional, pero fueron las primeras farolas.
Fue precisamente en la Nochebuena del año 1815 cuando la ciudad de Almería puso en servicio las primeras luminarias, que eran a gas y pagado su gasto a escote entre los vecinos en función de la categoría de la vivienda, pero aquello dio tantos problemas como alegrías, hasta que en 1835 se convierte en obligatorio que las capitales de provincia cuente con iluminación pública, pero entonces se pasó al aceite, y más tarde se haría al petróleo.
Según cuenta el periódico La Crónica Meridional en distintos ejemplares de los años 1888 y 1889 y 1890, la electricidad intentaba abrirse paso en Almería, que era algo por lo que apostaba firmemente este medio en distintos artículos, en los que reclamaba que, ya fuera por iniciativa pública o privada, se introdujera esta energía para el alumbrado.
Como hemos señalado, es el tres de enero de 1890 cuando el médico malagueño Pascual Luis Sánchez Rodríguez, y el fotógrafo almeriense Agustín Morales Rodríguez, crean la empresa “Sánchez y Morales”, con un capital social de 2.500 pesetas, cuyo objeto social es la explotación del alumbrado eléctrico de la ciudad.
Lo más curioso es que la empresa llevaba alrededor de dos años ya funcionado, según se deduce de las “gacetillas” publicadas por La Crónica, que bajo el nombre de “La Constancia” había puesto en marcha la producción en una nave industrial que es profusamente descrita por el periódico con gran admiración.
La primera zona en contar con este alumbrado fue Puerta Purchena, con una farola de mil bujías de potencia, y dos años más tarde sería el Paseo y el Club de Regatas.
Si bien los mencionados fueron los impulsores del proyecto, la idea de modernidad y progreso que generaba la nueva energía animó a los más conspicuos almerienses a sumarse a él, por lo que no tardaron en tener no solo “abonados” que compraban la electricidad, sino nuevos socios tras hacer una ampliación de capital. Llegaron a sumar 53, pagando a 50 pesetas la acción, y alcanzando un capital social de 90.000 pesetas.
Finalmente esta compañía acabó siendo engullida por otra en 1892, y luego se crearon otras, como la Sociedad de Electricidad Peeters, pero ésta era ya de capital alemán.