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Hectómetros de futuro perdidos para Almería

Por Jose Fernández
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jueves 16 de diciembre de 2021, 12:11h

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Viendo estos días las imágenes, no por habituales menos llamativas, de las terribles inundaciones provocadas por la crecida del río Ebro, me ha sorprendido que esta tragedia (irreparable coste de vidas humanas e incalculables daños agrícolas e infraestructurales) no haya merecido en la prensa almeriense una mínima reflexión acerca de los efectos que podrían tener ahora estos periódicos fenómenos naturales si hace veinte años se hubiera cumplido el cancelado Plan Hidrológico Nacional. Lo digo porque la prensa almeriense, que suele estar atenta y avizorada a la hora de abordar asuntos tan variopintos como el cuaderno de vacunas de la mascota de un diestro o la penúltima majadería que se le ocurra acometer a cualquier buscador de fama efímera en las redes, ha dejado pasar de largo la oportunidad de plantear una cuestión que, discúlpenme si no comparten mi criterio, es la clave de bóveda del modelo económico almeriense: la falta de agua.
Cada vez que las imágenes mostraban el desparrame de agua y fango que asolaba Aragón, Navarra.La Rioja y Cataluña, recordaba las palabras que el recordado y admirable fundador de la Caja Rural, Juan del Aguila, decía cada vez que alguien le acercaba un micrófono: “sin agua, Almería no tiene futuro”. Por eso, al ver las informaciones sobre las riadas no podía dejar de pensar en los hectómetros de futuro que Almería estaba perdiendo sin remedio, sin que nadie o casi nadie (es justo mencionar que la otra noche en LA TERTULIA de INTERALMERIA TV nos ocupamos de este asunto) recuerde lo que pasó y alce la voz para señalar que muchos de los problemas de presente y futuro de nuestra principal industria, que es la agricultura, tendrían unos perfiles menos inquietantes. Pero, lo que son las cosas, la memoria de la prensa local se queda en las desventuras de la guerra, las bombas de los fanfarrones yanquis o los crímenes de la Guardia Civil. Del Plan Hidrológico no se acuerda ya ni quienes lo pedían y ni siquiera quienes lo inauguraron.
Y es que el Plan Hidrológico Nacional fue inaugurado en Almería. En febrero de 2004, el entonces Presidente del Gobierno, José María Aznar inauguró en El Saltador (Huércal-Overa) las primeras tuberías del proyecto, que incluía obras de canalización e impulsión del agua excedente del Ebro al sureste español. Un proyecto de futuro que venía a resolver una aspiración histórica de la España seca y que ya había sido planteado a finales del S.XIX de manera teórica por intelectuales y pensadores como Joaquín Costa. Las tuberías instaladas por el PP recibieron a las pocas horas la bendición de todo el PSOE que, con Manuel Chaves a la cabeza, -valga la redundancia- se sumó de manera entusiasta a una iniciativa que, según el entonces presidente de la Junta del PSOE de Andalucía, era importante “no por esta primera tubería, sino por la última”.
Todo parecía fluir hacia un escenario más fértil y propicio para Almería hasta que sucedió lo impensable: llegó el 11-M, el brutal e inexplicado atentado de Atocha, cuyas terribles secuelas humanas y políticas convulsionaron de tal modo el escenario sociopolítico que las elecciones generales que se celebraron pocos días después nos depararon el bombazo demoscópico del inesperado triunfo de Rodríguez Zapatero, el inolvidable.
Y con Zapatero empezó todo. El nuevo presidente necesitaba el apoyo de los independentistas catalanes, que pusieron como parte de su precio la derogación inmediata del Plan Hidrológico. Sí bwana. La primera medida que tomó el gobierno de ZP fue cargarse de un plumazo ese proyecto, que iba a suponer el final de buena parte de los problemas de agua de Almería, obedeciendo así las órdenes de los empoderados aldeanos de la tribu excluyente, que decían que el Ebro era suyo y de nadie más. Y ahí lo tienen ahora, por cierto.
Significativamente, y por aquí interpreto que viene la reticencia de la prensa a recordar ahora este asunto, los primeros que salieron a decir que el trasvase ya no era bueno fueron los socialistas almerienses, que llevaron a cabo una bien regada campaña de movilización de discursos y emplazamientos publicitarios para decir que ya no importaban las tuberías, que el agua del Ebro era "una cloaca" y que el plan era "una burra muerta", mensajes textuales de la cúpula socialista almeriense de la época cuyos nombres no menciono ahora para que no se incomoden, y porque además cuentan con mi aprecio personal. Para qué más.
Otro proyecto de futuro para Almería cancelado por los socialistas por razones de interés partidista. Punto final. Igual que el Corte Inglés, si me permiten la comparación frívola, pero que también se entiende fácilmente. Si todos podemos imaginar cómo estaría el centro de Almería si desde hace una década hubiéramos tenido un establecimiento en condiciones de esta firma funcionando con normalidad (lo pueden comprobar cada vez que van a un Corte Inglés de cualquier ciudad de España) tampoco parece difícil imaginar cómo estaría el campo almeriense si llevásemos ya unos cuantos años con un aporte de agua constante, estable y seguro.
Pero nada de eso será ya posible porque en su momento hubo un socialista que dijo sí a un independentista y pagó el alto precio al que venden su apoyo los enemigos de España. No sé si encontrarán algún paralelismo con la actualidad, pero me limitaré a decir que en 2004 el agua era el principal problema de Almería y que en 2021, diecisiete años después, lo sigue siendo. Diecesiete años de servicio y gestión política made in Spain. Y mientras tanto, diré que lo que debería estar crecida es la memoria, porque hemos dejado escapar, en silencio y mirando hacia otro lado, una oportunidad tan irrecuperable como el agua de los ríos que se va a al mar, que es el morir de nuestro futuro.

Jose Fernández

Periodista.Asesor de Prensa
en el Ayuntamiento de Almería.