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La Alcazaba manipulada
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La Alcazaba manipulada

viernes 23 de febrero de 2024, 07:59h

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Ayer 22 de febrero tuvo lugar la presentación de la segunda edición de “La Alcazaba de Almería”, la guía del Instituto de Estudios Almerienses (IEA) coordinada por Alfonso Ruiz y realizada por Lorenzo Cara. Como en realidad se publicó hace un año, pues he tenido tiempo para analizarla en profundidad y compararla con la primera edición.

Tras una insulsa conferencia de Lorenzo Cara en la que se dedicó a comentar una serie de fotografías más anecdóticas que de interés para conocer la Alcazaba, que —no debe olvidarse— es un monumento andalusí en su génesis y razón de ser, quise intervenir brevemente, pero me lo impidió la Diputada de Cultura, Almudena Morales, en un gesto que dice mucho de cómo están gestionando el IEA, como un cortijo particular.

Para las autoridades al frente de lo que debe ser una noble institución que deberían administrar con responsabilidad con la importante cantidad de dinero público que se inyecta en él, no debe de haber ningún experto en la Alcazaba nada más que Lorenzo Cara, al que ya le han publicado una decena de obras, bien remuneradas. Éste, para que no le hagan sombra, lo cual no es nada difícil, se buscó pequeñísimas colaboraciones de aspectos más que secundarios (la Alcazaba como brújula, las visitas domingueras que se hacían antaño a ella, cómo ha inspirado a algunos pintores, etc. De alguno como las especies vegetales se podría pensar “qué interesante lo de la arqueobotánica para conocer qué sembraron en ella los andalusíes”, pero no se trata de eso sino de las plantas colocadas ahora, incluyendo las chumberas venidas de América). La única colaboración que tiene más que ver, la de Felix Arnold, esconde una rocambolesca historia. Alfonso Ruiz y Lorenzo Cara, con el beneplácito de las autoridades de turno, han impedido que grandes valores como Patrice Cressier, Sophie Gillote y otros muchos, entre los que, modestamente, creo que también me encuadro, hayamos podido colaborar.

En la presentación, en la que Lorenzo Cara en ningún momento se refirió y analizó la Alcazaba andalusí, quiso hacer pasar la nueva edición como un libro diferente de la primera libro, pero no es así, sino que es el mismo ampliado tan solo en una veintena de páginas. No se dice en esta segunda edición que sea revisada y corregida y así es, pues se siguen reproduciendo los múltiples errores de la primera, salvo algunos aspectos del tesorillo sobre los que con reiteración he llamado la atención, lo cual le ha servido a Lorenzo Cara para maquillarlo. En mi próximo libro sobre los errores acreditados que hay que corregir analizaré pormenorizadamente esos clamorosos errores y los de otras obras que las autoridades del IEA permiten que sigan y sigan difundiendo bulos históricos.

Cada vez que Almudena Morales o Alfonso Ruiz aluden al rigor científico de ésta y otras obras, he de contener la carcajada, como cuando leo que al-Mutásim nació en Almería en 1037, es decir antes de que sus padres vinieran a Almería. Seguro que su madre le diría como le dijo al incomparable Gila la suya: “Que sea la última vez que naces solo”, sin que estuviera su madre. Para Lorenzo Cara los momentos constructivos de la Alcazaba fueron “califato, taifas y sobre todo nazaríes” ignorando que el esplendor económico almorávide quedó reflejado en ella y que también los almohades tuvieron que hacer muchas reformas tras la destrucción ocasionada por los cruzados cristianos. Tampoco ha corregido que no es la estrella de 5 puntos la estrella de David (o también el sello de Salomón), que, aunque ahora es el símbolo judío, en la época andalusí no lo era; se trata en realidad de la estrella de 6 puntas. Entre los muchos anacronismos históricos está el que considere que la expresión “Almería, Puerta de Oriente y llave del sustento” no responde al esplendor almorávide, pues la acuñó Áhmad al-Razi, que vivió dos siglos antes, por lo que se refiere a la prosperidad que establecieron los marinos de finales del IX y principios del X. Y no sigo con la larga lista que recogeré y analizaré en el libro “Mentiras sobre la Almería andalusí”.

Personalmente, no entiendo cómo una persona que dedica su vida a lo andalusí nunca se haya interesado por aprender la lengua árabe, al menos estudiarla para tener unas nociones que no solo le permitiría analizar los textos directamente, sino también acercarse a una forma de pensar diferente que le haría comprender la realidad que estudia.

Jorge Lirola

Profesor de la Universidad de Almería