Si usted logra que Rut, la sobrina de Ramón Belmonte (anda el hombre tocado en un pie en estos días, pero ahí sigue, mandando en la Plaza), le reserve una mesa alta, la última que está justo en la esquina de la calle Mariana y la Plaza de la Admon. Vieja, habrá encontrado uno de esos lugares de Almería donde vivir parte de la Semana Santa. Sentado durante algunas horas en tan buena ubicación, tiene uno tiempo para recordar a los amigos con los que se compartían buenos momentos en la vida. Aquellos tiempos de Radiocadena, con mi compadre, José Ángel Pérez, los viajes a la provincia llevando la radio a cuestas con un malagueño que se ha hecho almeriense, el gran Cortes, aunque lleva a gala ser portador de su hermandad, y por su tierra de buenos espetones debe andar en estos días.
Rut es una de esas mujeres que si se empeña te vende La Alcazaba, te la envuelve y te la llevas a casa sin rechistar, nos trae un exquisito bacalao a la vizcaína, y no puedo por menos que recordar el que nos ofrecía el bar Castilla, en el Paseo (donde tristemente hoy está ubicado un banco), uno de los mejores bares que tuvo Almería en la década de los sesenta. Me ocurrió algo parecido con la menestra, recordé la de los Mariscos, en la calle Méndez Núñez. ¡Qué rica aquella menestra!
Pasó tan cerca la Virgen de las Angustias, tan cerquita, que evoqué una de las veces en las que salí de penitente con Eduardo Vela, hoy tristemente no está con nosotros, y que llegó a ser uno de los secretarios de la Ugt más honrados que he conocido, y han pasado unos cuantos.
Fue cautivador escuchar a un grupo de costaleros hablar de sus cuadrillas, de sus andanzas por distintas Semanas Santas de Andalucía. Entre ellos andaba el chino, así le llaman, quizás poque tiene los ojos algo rasgados el hombre, contando sus aventuras, y decía con orgullo que sale todos los días desde el viernes de Dolores y hasta el domingo de Resurrección. Y dos de ellos en Sevilla. Mañana en cuanto me levante me voy, dijo con voz de felicidad. Han logrado formar una familia entrañable, con sus jerarquías, imagino que de vez en cuando alguna sana envidia, que de todo tiene que haber en la viña que nos ha tocado vivir.
Lucia estudia enfermería en Melilla, pero es de Almería, y además costalera del Cristo de la Humildad, lo que es un orgullo para ella. Habla de su hermandad, de su Cristo que procesiona los martes y se le nota feliz. Solo han pasado unas horas y ya no se acuerda del peso soportado, ya está pensando en el año que viene, en volver a unirse a sus compañeras, sentir el calor de todas ellas bajos las trabajaderas, oír la voz del capataz y lanzar a los cielos los miles de kilos que reposan sobre sus costales. Imagino orgullos a Sonia y Javi, viendo el esfuerzo de su hija, el ejemplo que nos ofrece y la cara de felicidad y arrobo con lo que lo cuenta.