Hace unos días, en uno de esos pequeños pueblos vaciados de nuestra provincia que lucha por salir adelante, a pesar de las trabas que representan las políticas de los partidos, junto al trabajo de los funcionarios a los que habría que empezar a tener en cuenta, y no para bien, tristemente, dos mujeres vivían uno de esos momentos que valen una hermosa sonrisa. Corría la noche del viernes, 21 de diciembre. Hacía frío. Nos contaban que con el cambio climático se habían acabado las bajas temperaturas, alguien no nos está diciendo toda la verdad. La bufandas cubrían los cuellos, y la manos echaban de menos unos guantes donde guarecerse del rasca que subía del río.
A veces, si nos paramos a pensarlo, qué poco se necesita para ser feliz. Encarna Mari, una de las protagonistas de la noche, valiente como ninguna, iniciaba una aventura laboral en su pueblo. Y lo hacía rodeada de familiares y amigos que brindaban con ella por ese futuro que todos buscamos en la vida. Estaba satisfecha, y se le notaba en la sonrisa que le cruzaba la cara, en los ojos que le brillaban ante los amigos que la acompañaban esa noche. Y uno se alegra de que esas sonrisas, de que ese brillo que se asomaba a través de sus ojos al pequeño mundo de su pueblo y de su vida, con el que agradecía la compañía de tantos como amigos como acogía en la que se ha convertido su nueva casa.
A su lado, con jersey de navidad, y gorro de papá Noel, Amelia Solbas, Mely para los amigos y conocidos, retornaba a lo que más le gusta en la vida: Dedicar todas las horas que tiene libres a la gente de su entorno. La incansable Mely vuelve a formar parte de la política de su pueblo. Tomaba posesión como edil, tras más de un año fuera del ayuntamiento, y hasta por los poros se le notaba la felicidad que derrochaba. No vayan a pensar que la satisfacción es por el sueldo que va a cobrar, que no es el caso, pues todavía quedan políticos, repartidos en cientos de pequeños pueblos de esta tierra, que trabajan por amor a la gente con la que ha crecido y con la que vive.
En medio del caos político que estamos viviendo, con noticias todos los días de la galopante corrupción en la que anda metida la casta política, el trabajo casi desconocido de estos hombres y mujeres, merecen de vez en cuando que pensemos en ellos, que nos acerquemos a su labor, la mayoría de las veces sin reconocimiento en los medios, y si es posible la destaquemos. El ver la alegría de estas dos mujeres, Mely y Encarna Mari, en la noche del 21 de diciembre, las sonrisas que cruzaban sus rostros, uno entiende que la felicidad la tenemos siempre a nuestro lado, por mucho frío que haga en la calle (y vaya si lo hacía), solo hace falta que nos unamos en un brindis, una risa, una palabra de cariño. Y lo hicimos en torno a ellas, y su felicidad fue tan contagiosa, tanto, que todos fuimos felices esa noche.
Qué simple, y que hermosa es a veces la felicidad. Solo hace falta una sonrisa, en este caso dos, la de Mely y la de Encarna Mari.