Hace 65 años llegó la televisión a España, y con ella una auténtica revolución social, cultural, y probablemente política, porque precisamente la persona que estaba al frente de la entidad creada durante el franquismo para gestionarla, Adolfo Suárez, acabó siendo el político que lideró la Transición desde la dictadura a la democracia a finales de los años setenta del pasado siglo.
Pero la televisión había nacido mucho antes, al menos como concepto tecnológico, es decir, de transmisión de imagen de un punto a otro, y eso fue en 1884 cuando Paul Nipkow, y más tarde con el Ingeniero de radio estadunidense Philo Taylor Farnsworth, que inventó el tubo disertor de imágenes, siendo estos dos inventos los que más adelante marcarían los inicios del sistema de televisión electrónica, y su famoso tubo de rayos catódicos.
En la actualidad el sistema de transmisión y recepción de imágenes ha cambiado mucho, y con ello también se ha reducido el precio de los aparatos, de lo que aquí tienes más información.
UN ELECTRODOMÉSTICO MÁS
En aquellos inicios, la señal se transmitía desde el Paseo de la Habana de Madrid por ondas hasta Navacerrada, en concreto hasta un lugar llamado La Bola del Mundo, desde un potente transmisor la reenviaba a las dos mesetas castellanas, que a su vez tenía otros receptores/transmisores para expandirla por el resto del Estado. Eso fue hasta 2010, cuando el Gobierno cerró aquel centro para sustituirlo por una red de transmisores más pequeños distribuidos por toda la geografía, a semejanza de lo que podrían ser los nodos de internet.
Y ahí es donde se ha producido otra revolución televisiva. La primera como hemos señalado fue la llegada de este medio de comunicación en sí misma, que marcó diferencias sociales porque el precio de los aparatos era elevadísimo al principio, pero luego, con la mejora del nivel económico de las familias y la producción más industrializada, las “teles” se convirtieron en un electrodoméstico más de cualquier casa.
ZAPPING
La segunda revolución fue el paso del blanco y negro al color, un cambio que algunos hogares preparaban con absurdas medidas como colocar un celofán azul en la pantalla, en la idea de que eso generaba tonalidades en la imagen. Hoy, a eso, lo llamaríamos fake, pero lo cierto es que todo el mundo caía en hacer la prueba.
Más tarde hubo otra revolución, que fue la del mando a distancia, ya que se autorizó bajo concesión administrativa del Estado, la creación de canales de televisión por empresas privadas. Eso aumentó la oferta, y menos mal que los nuevos aparatos llegaban con mando a distancia porque hasta entonces, había que levantarse y acercarse a él para subir o bajar el volumen, y también para cambiar de canal. Y con ello surgió el zapping.
Luego se fueron produciendo otros cambios, pero más relacionados con el propio contenido de la televisión que con su mundo en realidad, y en esto se modificó todo el sistema de emisión y recepción con la implantación de la TDT, que al margen de obligar a cambiar de monitor o comprar un decodificador para captar la señal, no aportó mucho más al panorama.
REVOLUCIÓN SMART
Aún tardaría una década en hacerse patente la revolución que trajo la popularización de internet, y en concreto hasta que ésta se integró en los aparatos, dando lugar a las smartTV, o televisiones inteligentes.
Ya no es necesaria la transmisión por ondas, que era un problema en algunas zonas geográficas donde la señal apenas llegaba, ahora es suficiente con que llegue internet para ver, como mínimo, todos los canales. Además la oferta se ha disparado con la existencia de plataformas específicas de cine, deporte, meteorología, historia, música…
Tal vez la próxima revolución de la televisión sea, como en el Gran Hermano de George Orwell, que ésta sea una de las paredes de nuestra sala de estar, o tal vez que se integren hologramas… porque ya la podemos controlar con la voz y ni tan siquiera necesitamos el bendito mando a distancia.