Llueve poco, hay sequía, pero las formaciones políticas en España parecen surgir como hongos tras la lluvia, y la penúltima en hacerlo es Izquierda Española, que ha llegado como una propuesta que, a primera vista, podría ocupar el espacio que deja libre un PSOE sumiso a los nacionalistas con tal de que Pedro Sánchez se mantenga en el poder. Sin embargo, tras un análisis más profundo, queda claro que esta nueva opción política nace con una idea única, y lamentablemente, equivocada.
El principal tropiezo de Izquierda Española es su enfoque desatinado al abordar la complejidad de la política lingüística en Cataluña. Criticarla como un problema para los andaluces que emigran a esta tierra revela una falta de comprensión profunda de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos. En lugar de señalar los problemas derivados de la política lingüística catalana pretendiendo enfrentarnos a ellos, sería más acertado dirigir la atención hacia la raíz del problema: la necesidad de crear condiciones en Andalucía que hagan innecesaria la emigración forzada de sus habitantes, ya se allí, a Madrid, a Reino Unido, a Holanda o a cualquier otro lugar.
Lo que los andaluces realmente anhelamos no es la posibilidad de emigrar sin restricciones a otros territrorios de España, sino, más fundamentalmente, la oportunidad de construir un futuro sólido y próspero en nuestra tierra, que no seamos furgón de cola en sanidad, educación, industria... Izquierda Española parece perder de vista este punto crucial y se concentra en un antinacionalismo periférico que no comprenderán ni a los catalanes ni a los andaluces.
Ciudadanos, en su momento, se erigió como una alternativa basada en el antinacionalismo, pero cuando arrastrados por su éxito tuvieron que profundizar en sus propuestas y respuestas a otros temas, se vio sumido en la confusión y la falta de claridad. La lección que nos dejó Ciudadanos es que el antinacionalismo por sí solo no es suficiente para construir una propuesta política sólida y sostenible.
Por otro lado, Vox, también nacido como reacción al nacionalismo, muestra fisuras cuando se profundiza en sus posturas (por ejemplo, criticaban que los independentistas fuesen diputados y cobrasen de un Estado que quieren destruir, y ellos van y cobran de las comunidades autónomas que quierne eliminar, y hasta se implican en sus gobiernos, a sueldo, claro). Su crisis interna ante temas más allá del antinacionalismo revela la dificultad de mantener una coherencia ideológica cuando se exploran otras áreas de la política.
Izquierda Española, al igual que los mencionados, parece caer en la trampa del enfoque unilateral. La política, en un Estado tan diverso como España, requiere de propuestas integrales que aborden los problemas de raíz, entendiendo las distintas realidades y necesidades de las diferentes Comunidades, porque cuando ha habido centralismo, las cosas en Andalucía no iban bien, iban muy mal, siempre fuimos los últimos y teníamos que emigrar. Con la autonomía la emigración se ha reducido a mínimos históricos, y quienes lo hacen son personas academicamente formadas, para las que desgraciadamente no hay puestos adecuados, y al tiempo, somos receptores de inmigrantes que ocupan trabajos que los andaluces rechazan por distintas razones. Darle la vuelta a esto es fundamental.
En lugar de enfocarse exclusivamente en el antinacionalismo periférico, Izquierda Española debería reflexionar sobre cómo construir una propuesta que realmente alternativa, porque siempre nos quedaría la duda de si estando en el Congreso, harían presidente a Pedro Sánchez para un gobierno de izquierdas con Sumar y resto del abecedario, o a Alberto Núñez Feijóo en el caso de que el PP y Vox les necesitaran.
La cosa, ya ven, es más compleja.
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