España es el único país del entorno occidental desarrollado en el que el gobierno se vota en contra de sí mismo. Es muy difícil encontrar situaciones parecidas, salvo que las coaliciones hayan saltado previamente por los aires.
Los perroflautas que vinieron a desplazar conductas, discursos, comportamientos y caspa de una casta política periclitada se han confundido con el paisaje. Ya nadie sabe distinguir a un podemita de otros dirigentes de la muy extrema derecha. El discurso políticamente correcto y las imbecilidades que no paran de proferir es lo único que les distingue del resto.
Cuando dejaron las tiendas de campaña del asentamiento en Puerta del Sol ya sabían que entrarían en un acelerado proceso de reeducación y adecuación a la nueva normalidad: casoplón, coche oficial, sueldazo… y todas las prebendas que prefieren mantener muy por encima de los que vendían como mesiánica mercancía: dignidad, coherencia, ejemplaridad y defensa de los más desfavorecidos. Nada de nada. Es todo lo contrario.
Acabamos de asistir al espectáculo de un gobierno que vota en contra del propio Gobierno de España. La ley “Sisi” ha evidenciado la fractura del gobierno de coalición. Pero no se preocupen aquellos que confían en la coherencia e integridad de la extrema izquierda; esa izquierda no está dispuesta dejar el sillón por un arrebato dignidad. En cualquier caso, pueden llegar a romper la coalición en el mejor momento para sus intereses electoralistas, al fin y al cabo es lo único que les importa. Podrían aguantar hasta las municipales y autonómicas que, según salgan los resultados, aguantarían otro tirón o podrían escenificar una ruptura para distanciarse de la matriz socialista.
Los podemitas anteponen sus intereses personalistas muy por encima de su presunta dignidad. Pero el PSOE tampoco se distancia de esos comportamientos. Pedro Sánchez no conoce otra prioridad que mantenerse en el poder como sea y a costa de lo que sea.
Estas notables diferencias en el seno de la coalición sólo perjudican a la proyección internacional que persigue Pedro Sánchez. Para el presidente del Gobierno esta incidencia le descalifica para sus personales aspiraciones como alto dignatario europeo, y esto no lo va a olvidar. Este ridículo con resonancia planetaria le va a sentar muy mal a Pedro Sánchez, y si hay que escenificar una ruptura la protagonizará el PSOE aduciendo todo tipo de argumentos filosóficos y patrióticos. Ya verán. No se lo pierdan. Aún queda por ver lo peor de Pedro Sánchez.