Lo que viene después de las catalanas
Por
Antonio Felipe Rubio
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afelipeafelipecom/7/7/15
lunes 15 de febrero de 2021, 20:25h
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Las encuestas en Cataluña alcanzan un alto nivel de acierto debido a la certeza de un sector de votantes muy concernidos con el separatismo e incondicionalmente prestos a la participación. Es como encuestar en Almería si se prefiere la cerveza con tapa.
El voto independentista (JxCAT y ERC) asume que el PSOE de Sánchez es el comodín ideal para colmar sus pretensiones secesionistas. El PSOE está gobernando en España gracias a los apoyos más radicales, y esta es prueba evidente de la ausencia de escrúpulo alguno para afianzarse en el poder al precio que sea. Así, aun siendo Illa el candidato más votado, no podrá gobernar la Generalidad, pero garantiza el apoyo a La Moncloa a cambio de lo que sea menester; y esa es la jugada que ha marcado la estrategia de unas elecciones anómalas desarrolladas en un escenario de pandemia que ha acobardado a los que pensaban que ¡total, qué más da si van a ganar los de siempre! Pero, excusas aparte, quienes no se acobardan son los que han sido instruidos durante más de veinte años en las aulas y en la televisión instilando odio y rechazo hacia el “extranjero” colonizador que les roba y subyuga.
La debacle de Ciutadans se veía venir. Se denominaban en catalán, pero cuando ganan en su feudo se van a Madrid a hacer las Españas; Cataluña les quedaba pequeña y ese resultado era el augurio para poder gobernar junto a su indisimulable afinidad socialdemócrata. Gran parte del voto que les hizo ganar las elecciones anteriores (36 parlamentarios) venían del socialismo desencantado por su deriva radical y, otros venían del Partido Popular que mostró cierta melifluidad en el mensaje. Ahora, cuando C´s convierte la melifluidad en connivencia y pasteleo con el PSOE, es razonable que gran parte de sus votantes no retornen a su génesis ideológica (PP) y, escarmentados de unos que buscan la centralidad liberal, socialdemócrata y otras difusas tendencias, así como de otros que vapulean a una derecha que no tiene complejos en definir sus convicciones… pues pasa lo que pasa. El resultado es la fuga de efectivos; unos retornaron al PSOE que, aunque les asqueara la interesada vecindad con separatistas y etarras, lo cierto es que esa infecta amalgama les mantiene en el poder, así como la laminación del centro guay de barbies y efebos tan locuaces como incoherentes, sin olvidar el fracaso de un Partido Popular que difícilmente se identifica con el terreno y se desprende del mensaje nítido por entenderlo radical y repudian el mensaje de Vox; de ahí la escenificación del distanciamiento en la moción de censura: Nada mejor que emprender la senda de la “moderación” que repartir ostias como panes a su compañero de viaje… y las cañas se volvieron lanzas.
Vox obtiene un resultado excelente (mejor hubiese sido sin el sainete de la abstención/apoyo a las ayudas de Europa), lo cual no le exime de un problema añadido: administrar su propio éxito. Hay precedentes; y los tenemos muy cercanos. En Almería se escindió el Grupo municipal, igual que en Roquetas y El Ejido. Tampoco hay que olvidar la estrepitosa salida de la parlamentaria almeriense que dejó el escaño para migrar a Falange o la dimisión del diputado nacional por Almería, dejando el puesto para una diputada que nadie sabe quién es ni se le conoce palabra o acción alguna. Otros y otras adquieren relevancia por acciones y discursos acomodados a la épica. La exacerbación del patriotismo con actuaciones que requieren yelmo y Tizona no son tan necesarios como una nítida defensa de los atropellos democráticos que están socavando nuestro Estado de derecho, propiedad privada, lengua, tradiciones seculares, educación, civismo… y tantas cosas que, con naturalidad y sin sobreactuación, es vital combatir y defender.
Administrar con inteligencia el éxito de Vox es clave para hacer entrar en razón al resto de partidos afines que habrían de trabajar al unísono para potenciar y cohesionar el espacio de centro derecha. Intentar acaparar este espectro con disensiones y disputa del liderazgo es el mejor camino para mantener la dispersión, que no es otra cosa que la pérdida de fuerza y desencanto para un votante que, aunque sabe lo quiere, no logra identificar a quien mejor le represente.
Esto va para largo. El PSOE ha demostrado que es nefasto para gestionar (el peor gobierno de Europa en la pandemia y en la crisis económica y social), pero es experto y exitoso en alcanzar el poder convocando las elecciones en el mejor momento y debilitando a sus adversarios. Puede mentir, manipular, traicionar, delinquir… y, a pesar de todo, mantiene sus apoyos por afinidad a las perversas y aviesas intenciones de sus socios. Jamás hubo tal concentración de perroflautas, orates y estólidos al frente de este esperpento gubernamental. Pero la sensatez, sentido de Estado y responsabilidad de gestión de la actual oposición constitucionalista no va a encontrar apoyos suficientes en el marasmo de su incesante rivalidad a cara de perro. El liderazgo no es una cualidad cuantitativa (rédito electoral, número de afiliados y palmeros compulsivos). El liderazgo es fruto de la admiración y respeto que prescinde de absurdas rencillas, culto al ego y ambición personalista. Y, de esto, estamos sobrados y hastiados.
Periodista Dirige La Tertulia en Interalmería TV
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