Entrevistamos al autor de "Al Ándalus. Poesía contra el olvido", donde se recogen versos en memoria de hombres y mujeres poetas andalusíes, un antídoto contra el "genocidio cultural" al que se somete a Andalucía, y especialmente contra la "esquizofrenia cultural" almeriense.
El libro se titula “Al Ándalus. Poesía contra el olvido”, y tras “Puerto Bayyana: Tres años de amor y guerra” es el segundo que firma Marcos González Sedano, con quien conversamos en la Plaza Vieja, en la que vivió su abuelo y la que él quiere seguir viendo con sus árboles y su monumento a los Coloraos, a los Mártires de la Libertad.
Marcos, nacido “en territorio morisco”, que es como llama a la Alpujarra e insiste en que es “una única comarca” aunque esté repartida administrativamente entre dos provincias, vio la luz en Albondón, en el seno de una familia de “campesinos sin tierra”, aquellos “fellah mengu” que con sus cantos dieron origen y nombre por derivación al flamenco. Vivió en Albayzín granadino hasta que recaló en Almería en 1981 para trabajar seis meses, pero acabó residiendo seis años,
Técnico en Cooperación Internacional y Ayuda al Desarrollo, ha trabajado “en casi de todo, desde camarero a albañil” aunque los últimos años ha ejercido como técnico en prevención de riesgos laborales, al tiempo que ha podido recorrer distintos territorios de África y América del Sur, todo lo cual ha hecho de él una persona “comprometida” no solo con la clase obrera, sino también con “mi matria, Andalucía”. ,Y afirma que "soy de los que piensan que Andalucía nació en el Bajo Andarax".
De ahí surge este libro “muy trabajado” y magníficamente editado por Utopía, compuesto por 32 poemas inspirados poetas andalusíes del siglo VII al XV, tanto hombres como mujeres “a los que ha habido que hacer un seguimiento de su obra, y de lo que quedó escrito y de lo que fue quemado, he intento extraer esos versos”. Entre los que figuran hay obviamente almerienses, como la pechinera al-Gassaniyya, del resto de Andalucía y de otros territorios de influencia andalusí como Al Arabí de Murcia, o ibn Paquda de Zaragoza, e incluso de Portugal “porque también es Al Ándalus”, y para certificarlo cita al emir de Sevilla Al Mutamid nacido en el Algarve, y como no, también hay versos en memoria de otro emir, el granadino Boabdil, y de su madre, Aixa.
El autor no duda en hablar de “genocidio cultural” al poner en evidencia que todos estos poetas no dejan de formar parte del acervo hispano, pero nada de ellos se estudia en los colegios andaluces. Ese “genocidio” comienza con la caída de Granada “y continúa hasta nuestros días”, y añade que “es como si ocho siglos de nuestra historia no hubiesen existido porque la cultura que transmitían era diferente a la de la espada y la conquista de los que vinieron a robar”.
Abundando en esto, recuerda que ese olvido intencionado se ha sustituido con “con las historia de la coalición de reyes europeos, españoles, y en Almería con los catalanes, los genoveses, que vinieron a robar los telares y llevarse como esclavos a los trabajadores de la seda, lo que provocó el hundimiento de Almería a partir del siglo XI”. Y dice indignado que “no se nos pueden quitar 800 años en los que fuimos la luz de la Humanidad, porque venían a beber de nuestras fuentes culturales hijos de reyes, de nobles, de toda Europa, Asia y de África. Venían a nuestras universidades. Si tú a un pueblo le quitas 800 años de historia y la empiezas cuando llega la cruz y la espada, llegas a nuestros días con un genocidio cultural”.
El problema es que de esta forma “te quedas sin futuro, porque sin pasado no puedes tener futuro”.
En el caso de Almería afirma que en el ámbito histórico-cultural “estamos un poco esquizofrénicos” porque “se cuenta la invasión de genoveses y catalanes como si hubiesen venido a salvarnos, y no, vinieron a destruir, robar y llevarse como esclavos a nuestra gente”. “Es una forma desestructura de intentar contar la historia almeriense” porque “no somos como se pretende que creamos que somos, estamos viviendo un mundo en el que no somos culturalmente lo que somos”.
Apurando los cafés y tras revisar las páginas del libro, señala que el anterior fue escrito “tras regresar a Almería después de treinta años fuera, y habla más sobre temas sociales, y este es más concreto, es irnos al inicio, a Al Ándalus, a lo que fuimos y ya no somos, porque ahora somos para otros, vivimos para otros”. Pero en este punto se refiere también a la agricultura almeriense “que no tiene nada que ver con la provincia, que se hace para Europa, no con las necesidades de esta tierra, se trabaja para el exterior”.
Para abundar en este extremo recuerda que Andalucía “sigue controlada por las mismas familias que nos invadieron, y si te vas a Sevilla es todavía más claro, allí sigue el Ducado de Alba, el del Infantado… todos, y ellos tienen las tierras, y además son los que más dinero reciben en subvenciones de la Unión Europea, y sus fortunas están hechas sobre el genocidio cultural y humano de Al Ándalus , y la construcción identitaria nacional española que no surge hasta finales del siglo XVIII porque antes eran distintos reinos… esa gente sigue mandando aquí, los que quemaron a personas, los que incautaron sus bienes, y muchas veces solo era porque hablaban el árabe andaluz, o porque escribían o pensaban, o tenían una religión distinta a la del conquistador ”.
Entonces notarios serán los poetas,
Y las poetas, en esta travesía, serán tinta derramada,
Que certifique que Bayyana es un faro del Oriente al Occidente,
Donde se vuelvan a mirar todos los continentes.