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Más viejo que un legajo

Por Rafael M. Martos
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jueves 12 de septiembre de 2019, 17:51h

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Seguramente están hartos –o no- de las noticias que los medios de comunicación venimos ofreciendo sobre uno de los dos grandes juicios que se celebran este año en Almería. Me refiero al de Ana Julia Quezada, la autora confesa de la muerte del pequeño Gabriel, el pescaíto. El otro, ya se lo digo yo, será en noviembre, el del caso Poniente, y no quiero ni imaginar qué vamos a ver entonces, viendo lo que estamos viendo ahora.

Parece mentira que cuando nos aproximamos al primer cuarto del siglo XXI, sigamos presenciando escenas tan de otras épocas como lo son funcionarios arrastrando carritos de la compra llenos de folios cada mañana hasta la Audiencia Provincial. Es inaudito que las mesas de la fiscal, la acusación y la defensa, estén llenas de tomos de papel con pósit de colorines a modo de referencia. Es incomprensible que a estas alturas, una funcionaria tenga que levantarse, coger el tomo 37, buscar el folio 1.875, ponerlo en un proyector para que en una pantalla pueda ser visionado en la sala, moviéndolo manualmente, porque por su volumen se desajusta con el objetivo… o que la documentación que tienen las partes sean fotocopias en blanco y negro con las fotos borrosas por haber sido realizadas en color.

¿Pero de verdad que no saben que existe el formato PDF?

Si todo eso está digitalizado –que debería-, bastaría con tenerlo en un disco duro, ir seleccionado lo que se solicita, y visionarlo con absoluta comodidad y claridad.

Y bueno, qué podemos decir de los audios exhibidos en el proceso, esos en los que se supone que Ana Julia suelta barbaridades por su boca. Objetivamente solo se oye ruido, hasta el punto de que los jurados tuvieron que levantarse de tres en tres para acercarse a los altavoces y valorar por sí mismo qué oían. Resulta que un micro instalado en un coche con una única persona en su interior, sin música y sin sonido de atascos en el exterior, solo capta un ruido que hace casi imposible entender nada. Eso llega a la sala sin ser limpiado, no les digo como en CSI, sino como se hace a diario en radios y televisiones.

Y hablando de televisión. ¿Qué costaría instalar en los juzgados una pequeña sala acondicionada para las videoconferencias? ¿Saben la de dinero que nos ahorraríamos? Con lo que ha costado las dietas de traer a los guardias civiles de la UCO para que declaren desde Madrid, se habría pagado la instalación. Y les cuento otra cosa; hace unos meses tuve que declarar como testigo por videoconferencia en la Ciudad de la Justicia, pero nos encontramos –al parecer solo lo sabía la funcionaria que nos acompañaba- con que la declaración no se graba, y que como es tradicional, la secretaria judicial que estaba al otro lado, tomaba notas… y yo me tuve que ir sin releer mi declaración y sin firmarla ¿a que no es serio?

Tan poco serio que, si al fin cuenta nuesta Audiencia con una sala de prensa, resulta que no tiene wifi, cuando lo hay hasta en las cafeterías. Pero sí, al menos en eso hemos avanzado algo.

Es evidente que nuestro sistema policial y judicial funciona por las personas que lo integran, porque si de medios y gestión de medios hablamos… esta justicia sería una ruina.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"