Si hay algo que me ha sorprendido en los últimos días, es el análisis realizado por el Observatorio del Medicamento sobre el consumo de fármacos en nuestro país. Desde pequeña, mis visitas al médico eran casi un ritual familiar; mi madre siempre decía que "más vale prevenir que curar", mientras yo intentaba convencerla de que lo único que necesitaba era un poco de sol y unas tapas de pulpo a la gallega en la playa de San Miguel.
Ahora bien, volviendo al tema del análisis, los datos son reveladores. En la lista de los medicamentos más vendidos, encontramos una predominancia aplastante de analgésicos y ansiolíticos. ¿Acaso somos una sociedad tan dolorida y ansiosa? El Nolotil se lleva la palma como el rey del botiquín, seguido de cerca por el paracetamol. No sé tú, pero en mi entorno, parece que el paracetamol se ha convertido en el "pan nuestro de cada día". Recuerdo una cena con amigos donde uno se quejaba de un leve dolor de cabeza y antes de terminar la frase ya le habían pasado un paracetamol. ¡Es como si tuviéramos un suministro inagotable!
Pero no solo eso; los ansiolíticos también están a la orden del día. Con tantos compromisos laborales y sociales (¡y no hablemos del estrés por encontrar aparcamiento en Almería!), no es raro ver a alguien recurrir a Loracepan para calmar esos nervios previos a una presentación o incluso a una cita romántica. ¿Quién no ha sentido esa presión? Yo misma he tenido mis momentos de ansiedad antes de cubrir algún evento importante; si no fuera por mis amigos y su infinita paciencia (y quizás un poco de música relajante), no sé cómo lo habría manejado.
Y luego está el Omeprazol, ese protector gástrico que parece ser el salvador de muchos tras las comidas copiosas típicas almerienses. ¡Ay, esas paellas familiares! A veces pienso que deberíamos incluirlo en nuestras tradiciones culinarias: "Después del arroz viene el Omeprazol". Pero claro, todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿realmente estamos abordando las causas subyacentes de nuestros problemas o simplemente estamos poniendo parches?
En Almería, donde el sol brilla casi todo el año y tenemos acceso a productos frescos y saludables, deberíamos estar promoviendo hábitos más saludables en lugar de depender tanto de medicamentos. La vida es demasiado corta para vivirla entre pastillas y jarabes. Quizás deberíamos volver a esas tardes soleadas en la playa, rodeados de amigos y risas, disfrutando del momento sin pensar en lo que nos duele o nos preocupa.
Así que aquí estoy, reflexionando sobre este panorama farmacéutico mientras espero a que mi madre me pase su receta milagrosa para el bienestar: "Un buen paseo por la playa y una buena conversación". Tal vez eso sea lo que realmente necesitamos: menos medicación y más conexión humana. Después de todo, ¿no es eso lo que nos hace sentir vivos?
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